May 11, 2015 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Una lección tan aprendida como aburrida
Pese a que ya contaba con dos obras anteriores, la realizadora francesa de nombre tan vasto como interminable, Marie-Castille Mention Schaar, se presenta en sociedad en nuestro país al lograr aquello tan difícil de lograr para cualquier cineasta nacional o internacional: que su película se estrene en nuestras salas. Tras abrir su apetito artístico con una comedia en la que se revelaba todo un hospital, de nombre Bowling (2012), y proseguir su obra con el drama romántico Ma prèmiere fois (2012), Mention Schaar estrena ahora su obra más delicada en cuanto temática y ambiciosa en cuanto estética, cuyo título cede una henchida importancia a su protagonista: La profesora de historia.
Inspirada en un hecho real, la propia realizadora gala escribe esta historia que nos presenta a Anne Gueguen (Ariane Ascaride), una profesora que imparte clases de Historia en un instituto…problemático. Al empezar un nuevo curso, y como cada año, Anne se enfrenta a un grupo difícil: respondones, vagos e incapaces de motivarse por eso que, aparentemente, es tan difícil como prometedor: aprender. Para marcar un imponente punto de inflexión, Anne desafía a sus alumnos a presentarse a un concurso estatal sobre lo que significó -y significa- ser adolescente en un campo de concentración nazi. Mediante el motor enérgico e inspirador de su profesora de historia, el grupo se transformará radicalmente, desde la más absoluta indiferencia por «el saber» hasta el compromiso más férreo por el proyecto que tienen en sus manos.
Quizá sea por el «empacho» recurrente en los últimos tiempos de películas retroalimentadas por el holocausto nazi, o quizá porque directamente esta clase de historia no posee los engranajes suficientes para funcionar, pero el caso es que el producto final de Mention Schaar vagabundea a través de un motor falso y tramposo que convierten a la necesaria virtud motivadora de esa profesora -con más moral que el Alcoyano- en una vileza del todo aburrida. Y es que uno puede respetar sus intenciones hasta el infinito, pero difícilmente terminará por creerse una lección de sobras conocidas.
Tampoco sirve como «chuleta» para aprobar el examen ni la generosa pero fría interpretación de Ascaride, ni la de unos adolescentes que cambian de la noche a la mañana su aspecto y maneras de video-juego de GTA San Andreas Play Station, a una jerga más educada que la que deben de tener por los pasillos de la ONU. Y es que, además de no creerse nada de esa metamorfosis tan radical, uno está harto de ver en pantalla a jóvenes maleducados, vestidos con sudadera y gorra, como única representación posible de una generación a la que parece que la industria audiovisual le haya «mangado» cualquier moral inherente y valor absoluto que inundaba la vida de nuestros padres y abuelos.
La profesora de historia derrapa en lo que una buena retahíla de películas cuentan mucho mejor, que no es otra cosa que el lagrimeo producido por la digestión con perspectiva del holocausto nazi. Tampoco se convierte en un motivo suficiente para ir a verla la actuación creíble pero sobrante de una protagonista emborronada por el peso tanto de sus tan tornadizos alumnos como de la astenia primaveral a la que se ve sometida su estética. Le podemos dar un cinco pelado por un buen motivo: no repetirla el curso que viene.
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