Mar 10, 2013 Dani Arrébola Críticas 0
Por Josemanuel EscribanoDir.: Pedro Almodóvar
Pro.: Agustín Almodóvar, Esther García Gui.: Pedro Almodóvar
Int.: Javier Cámara, Raúl Arévalo, Carlos Areces
Veinte películas ya en la carrera de Pedro Almodóvar, desde sus titubeantes inicios a principios de los 80, esa década prodigiosa en más de un sentido. En ese currículum del manchego hay títulos de todos los géneros, y unos cuantos que reúnen, sin ningún empacho, más de uno… y hasta más de dos. De Laberinto de pasiones (1982) a La piel que habito (2011), pasando por ¿Qué he hecho yo para merecer esto!, La ley del deseo, Mujeres al borde de un ataque de nervios, Átame, La flor de mi secreto, Todo sobre mi madre, Hable con ella –sus grandes éxitos internacionales- y Volver, entre otras, hay abundantes pruebas que lo confirman.
Pero en esta su última película se ha dejado de mezclas y se ha olvidado del drama, de la intriga y de los amores obsesivos para firmar un guion personal que lo lleva de retorno a la comedia petarda de sus comienzos. Con actores y actrices de su confianza, antiguos colaboradores, y también algunos nuevos: Antonio Banderas y Penélope Cruz –poco más que un “cameo”, pero de mucha trascendencia en el argumento-, Cecilia Roth, Javier Cámara, Blanca Suárez, y Lola Dueñas, Hugo Silva, Miguel Ángel Silvestre, Guillermo Toledo y Antonio de la Torre; y Raúl Arévalo, y Carlos Areces. Me dejo unos cuantos, para no hacerme eterno.
Todo ese elenco forma parte de esta aventura aeronáutica. El escenario, prácticamente único, es el avión de la compañía “Peninsular” que hace el vuelo entre Madrid y Méjico. El aparato sufre serias turbulencias… pero la tormenta está toda en su interior. En clase turista, no; ahí el pasaje va drogado –no se sabe cómo ni por qué- y no se entera de nada; pero en “business”, cada butaca es una historia y cada viajero, un conflicto. Y de la tripulación no puede esperarse nada bueno: las azafatas han dimitido, el sobrecargo y sus ayudantes son unos locos… perdón, quiero decir unas “locas” de cuidado, y el comandante y su segundo, además de enredarse en unos comportamientos de sexualidad difusa, tienen un problema grave: han perdido un tren de aterrizaje y el final del viaje puede resultar bastante peligroso.
La idea, en principio, no es mala; y así se ha encargado de publicitarla el propio Almodóvar, un maestro de la mercadotecnia. O del “marketing, como se dice ahora porque es más corto y mola más. El caso es que todas sus películas arrancan con una presión publicitaria considerable, que abunda, naturalmente, en los aspectos más comerciales de cada producto. Luego llega el escrutinio de la crítica, el juicio, más inapelable y más trascendente del público y el resultado en taquilla de todo ello. Y la verdad es que a este “aterriza como puedas” es posible que no vaya todo lo bien que su omnipresente autor demanda.
Los amantes pasajeroses la película que él ha querido hacer, no valen excusas. Es una comedia disparatada, con chispazos de comicidad bien elaborada –eso sí, con abundante brocha gorda-, con apuntes de caricatura política de actualidad y con algunos guiños de complicidad en ese largo y popular reparto. Pero este tipo de historia, una sucesión de chistes verbales y visuales –de antigua tradición en el cine, sobre todo norteamericano- necesita de una importante continuidad en la actuación y de una escritura bien trabada; por desgracia, en la pantalla no se observan ninguna de las dos cosas.
Al contrario: la historia va y viene caprichosamente, con escaso sentido del ritmo y la secuencia, y los intérpretes se mueven en el acartonado y teatral escenario sin conseguir imponerse a sus personajes y sin dejar huella en el espectador; a excepción, claro, de los tres desmesurados “azafatos”, que se ganan el sueldo con sus ilimitadas monerías que van de lo simplón a lo escatológico. En cualquier caso, no es culpa de ellos, sino de un Almodóvar que dirige con mano de hierro pero escribe con guante de boxeador. Por eso los momentos divertidos y las ocurrencias desinhibidas y sugerentes se pierden sin remedio en ese guion tan confuso, falto de ritmo y lleno de altibajos.
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