Abr 25, 2014 Dani Arrébola Series APTC 0
Por Dani Arrébola
En esta Semana Santa me he puesto al día de los retrasos pendientes de ver en mi escaparate audiovisual. Demoras motivadas por culpa de los horarios secuestradores de ocio de una universidad secuestrada a su vez por esa quimera llamada Plan Boloña. De entre todos esos retrasos, el que me apetecía más era el último juguete de la HBO: True Detective. En los últimos días se me acumulaban referencias excelsas de mis compañeros de carrera a este producto de tan sólo ocho capítulos, que iba sumando a las recomendaciones imprescindibles de mis almas gemelas en Filmaffinity. Y ambas referencias me las suelo tomar en serio. Venía pues, con mucha hambre a probar el plato. Y lo he degustado como los pocos seriales que incluyo en el culmen de mi paladar donde entrarían así a bote pronto Yo,Claudio, Twin Peaks, Los Soprano y Breaking Bad.
Quizás es descafeinado decir simplemente ver, en vez de disfrutar, y quizás es inapropiado catalogarla como una serie más, en vez de ubicarla dentro del cine negro con mayúsculas. Para empezar, el producto presenta algo poco frecuente en serie: los ocho capítulos están escritos siempre por el creador de la criatura, un desconocido Nic Pizzolatto al que habrá que seguir cuidadosamente a partir de ahora. Además, también las ocho entregas – de una hora de duración- están filmadas por el mismo realizador, el japonés Cary Joji Fukunaga, capaz de dotar la fuerza necesaria y absorbente de la imagen en pantalla, con algún plano secuencia vertiginoso y fascinante que pasará, sin lugar a dudas, a la historia de la pequeña pantalla. Esta cosa de un tándem creativo inamovible a cada capítulo como he dicho y reitero, me gusta y me acerca al cine.
La trama juega para sí misma y también con el espectador en perfecta sintonía y coherencia a través de unos flashbacks y flashforwards medidos, bien usados y lejos de fatigar a unos ojos acostumbrados en estos tiempos a marearse injustamente por historias complejas de creadores manieristas. De esta manera, tenemos las piezas del puzzle alternadas desde 1995 hasta 2012, pasando también por el año 2002 y una trama que se centra en las investigaciones de dos policías (Martin Hart y Rust Cohle) maravillosamente y excelsamente interpretados por Woody Harrelson y Matthew McCounaghey ese actor que -junto al Atlético de Madrid- ha sufrido la mejor transformación posible que conozco en los últimos tres años
Paradójicamente, la trama es lo que menos importa de la serie, al menos para este servidor al que le fascina en mayor medida la capacidad de exponer a la intemperie todo un retrato psicológico turbio, enmarañado y atrayente del dúo protagonista. Una pareja acompañada por una actriz magnética que se llama Michelle Monaghan y que me recuerda a esas femme fatales de los 40, difíciles de ver en pantalla hoy en día.
True Detective logra un clima de angustia y asfixia psicológico, es un producto abrumador que me recuerda al buen cine negro de los 40 -aquél de Wilder– y a las mejores cintas de Fincher -sobre todo a Seven-. Y celebro que estas series reemplacen una calidad desgastada de las películas estadounidenses. Y brindo con la HBO porque desde su existencia y desde Los Soprano, nos brinda regalos maravillosos.
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