Nov 17, 2016 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Visitemos mejor el zoo
Uno entra con ese término anglicano llamado hype, o en nuestra trituradora castellana con mucha expectativa, y puede salir con mucho hipo de la sala cuando descubre que tras tanto aire removido en Animales fantásticos y dónde encontrarlos, no es capaz de deglutir la carne y atractivo de los mismos. Que conste que el que escribe estas líneas es un fan absoluto y absolutista de la saga Harry Potter y aún más defensor de cómo de digna se ha llevado la misma de la tinta al píxel, cierto es que con alguna que otra entrega irregular, pero ninguna de ellas sobra ni chirría, que en el universo de las sagas ya es decir mucho. Pero cuando la serpiente que te puede sorprender en un picnic soleado te resulta más perturbadora que todo bicho que pueda sacarse de la maleta Eddie Redmayne, es que, al menos en esta extensión del mundo de los magos, el cineasta británico David Yates no ha sido capaz de desplegar todo su ingenio y buenhacer detrás de la cámara.
La historia que guioniza la propia J.K.Rowling de su libro, nos sumerge en territorio pre-Potteriano, unos cuantos años antes de aparecer Harry Potter entre los muggles -o aquí llamados nomajs– y bajo los ojos y prisma del joven mago y alumno de Hogwarts, Newt Scamander (Eddie Redmayne). Éste vive por y para los animales fantásticos de los que recopila constante información y cuida en su particular maleta con la que viaja a Nueva York para seguir trabajando. El objetivo de Scamander no será otro que convencer a toda la sociedad mundial que estas salvajes criaturas no suponen peligro alguno para la comunidad mágica y no mágica. No obstante, Nueva York es América y no Inglaterra y esta visión no es compartida por los mandamases al otro lado del charco…entre los que se encuentra la funcionaria Porpentina Goldstein (Katherine Waterston), y un férreo y tenaz Percival Graves (Colin Farrell).
La película arranca con toda la ilusión fantástica y mágica del mundo mundial -incluida la compartida entre yankees y anglosajones- y desde la primera hebilla de la maleta de un siempre generoso Eddie Redmayne podemos encontrar motivos suficientes para pasar un evasivo y entretenido rato. Por las largas secuencias de presentación de estas criaturas ¿entrañables? hay cierta elegancia y atractivo, suficientes para encariñarnos con los mordiscos y babas de estos traviesos protagonistas; no obstante el metraje de 140 minutos (incluyendo títulos de crédito) es de difícil justificación teniendo en cuenta que Yates filma con la varita algo apagada y que deja lista la faena -o el faenón- en poco más de una hora. Todo ese mejunje de desmemorias y memorias que puede perseguir la película, esa solidaridad entre dos comunidades con varita y sin varita y, en definitiva, ese más allá de virtudes que se encierran entre dos hebillas, bien podrían requerir de algo más de «desorden ordenado», de desenfreno calculado y de agitación chisposa para salir con una sonrisa más mágica y no tan muggle.
Animales fantásticos y dónde encontrarlos bien puede seducir a magos y muggles por igual o, dejarles en la indiferencia más absoluta. Su estirada inútil y su bostezo a la hora resolver su enredo de criaturas bien merece una buena repensada antes de pasar por taquilla. Quizás, y aunque desde aquí mi deseo es que algún día existan criaturas libres de todo secuestro humano, para muchos sea más evasivo visitar el zoo de tu ciudad…
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