Ene 08, 2017 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
¡Cantemos, bailemos y soñemos todos!
Se esperaba con soberana ansia y lozana emoción el nuevo trabajo del director (no menos juvenil) Damien Chazelle, tras sorprender a crítica y público con Whiplash, aquella lección no sólo de jazz sino de ritmo en el celuloide. Y podemos decir que la espera no sólo ha merecido la pena sino que apenas ha decepcionado. La ciudad de las estrellas (La La land), que desde este momento se arregla, maquilla y prepara para recibir un puñado de estatuillas doradas, llega a nuestra cartelera con el reluciente brillo que aporta todo buen musical, con la sonrisa sellada de una pelirroja eléctrica llamada Emma Stone y con una exquisita banda sonora que hará las delicias de los más nostálgicos y adoradores de ese género estrella en el Hollywood clásico.
La historia, escrita por el propio Chazelle, nos sitúa en el Hollywood de las estrellas donde tanto brillan las mismas pero donde tanto cuesta alcanzarlas. Allí viven Mia (Emma Stone) y Sebastian (Ryan Gosling), ella una joven aspirante actriz y él un prometedor músico de jazz que sueñan con alcanzar el máximo fulgor en un futuro estrellato. Unos encuentros fortuitos entre ambos jóvenes podrían encender la llama de ese esperanzador camino y, sobre todo, recomponer unos corazones curtidos en mil batallas y roturas. Parece que el fuego prende en sus miradas y ambiciones pero ¿Es todo tan fácil y mágico como parece?
Desde el primer segundo de La La Land, a través de un extraordinario y bien diseñado plano secuencia a pleno Sol y a toda rueda, Chazelle inocula adrenalina, seducción y esperanza a un espectador que de inmediato se reconciliará con el poder exclusivo que aporta el séptimo arte. Hay valentía en la forma de narrar y de componer los planos, en la técnica de una fotografía de la que por momentos dan ganas de lamer la pantalla y en un mensaje de superación que, si bien ya ha sido contado en innumerables ocasiones, nunca fue más preciso y fructífero que en esta ciudad de las estrellas. Si a la anfetamina emocional le añades el pelirrojo y los ojos vidriosos y saltones de Emma Stone sumergida en su utopía, tienes una de esas películas que aparecen por la cartelera muy de tanto en tanto. Seguramente no podamos decir lo mismo de un Ryan Gosling algo más sedado en este batido de colores, pero sus pasos de baile y, sobre todo, su tecleo a un órgano animado sirven para conquistar cualquier corazón con las arterias adecuadas para sentir lo que es «y lo que pudo y lo que puede llegar a ser.
Si sólo dispones en tu calendario de un día al mes y en tu bolsillo de diez euros para ir al cine, deberías realizar tu inversión en la entrada de La ciudad de las estrellas (La la land). Es altísima la probabilidad de que salgas flotando de la sala, de reconfortarte con un arte atiborrado de ruidos, sagas y remakes sin sustancia y quién sabe, si de coger la mano al que esté más cerca y proponernos aquello de bailar, cantar y soñar todos juntos.
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