Dic 14, 2016 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
¡Ya hay fecha para la boda…y para la coca!
Aprovechando el frasco aún profundo del aroma de Breaking Bad, el excelente actor Bryan Cranston llega a nuestra cartelera protagonizando un film que hará las delicias a todos aquellos fans de la serie que aún paladeen con ansia el sabor de la inteligencia maquiavélica del químico más famoso de la pequeña pantalla. Infiltrado, dirigida por el estadounidense Brad Furman, no se contextualiza en New Mexico, pero sí en esa EEUU de Reagan conectada y contaminada, o mejor dicho enfarlopada, del contrabando sudamericano del gran negocio de la coca. ¿Y esta coca es de buena calidad? Vayamos a informarnos…
Basada en los escritos reales de su protagonista, Cranston se pone en la piel de Robert Mazur, un policía estadounidense que en la década ochentera de Ronald Reagan, se infiltra en la famosa banda de narcos colombianos dirigida por el aún más famoso Pablo Escobar. La cuestión, como suele ocurrir, se irá poniendo cada vez más turbia y ennegrecida a medida que nuestro infiltrado, su ayudante Emir Abreu (John Leguizamo) y su falsa prometida Kathy Ertz (Diane Kruger), vayan familiarizándose y adentrándose en las entrañas de cada uno de los capos con los que se ganan su confianza. Lo que pocos o nadie sospechaban, tanto de uno u otro bando, es que estaban viviendo la operación encubierta antidroga más importante de la historia.
Toda escena adquiere su propio ritmo para realizar un conjunto de lo más entretenido en medio de la maraña siempre compleja del cártel organizado, en la que nos infiltramos con gusto y tensión suficientes como para pasar más de dos horas de completa evasión. A pesar de sus zigzagueos no siempre tan logrados, la cámara de Furman filma con personalidad a la atrayente interpretación de un Bryan Cranston con reminiscencias en su mirada y arrugas a su añorado Heisenberg y escudado por un sorprendente y dinámico Leguizamo y una sexy y fatale Kruger (y los más nostálgicos nacionales disfrutarán y se sorprenderán con el rol del señor Mora encarnado por el gran Simón Andreu). No se cuenta todo porque la chicha requeriría de horas de tv pero sí lo justo y efectista para disfrutar de una trampa conocida de antemano por el espectador. Y en toda esa hojarasca de mentiras y peligro hay lugar al sentimiento y a la pena, a la carga familiar, a las consecuencias de una traición y, en definitiva, a esa extraña conexión humana que permite amistarse y conmoverse con el otro por un tiempo a sabiendas del desprecio monstruoso que acarreará la explosión final.
Infiltrado es una excelente opción en cartelera no solamente para los amantes de Breaking Bad y de la mirada maquiavélica de Cranston -aquí con los ojos del lado bueno de la ley- sino también para un amplio abanico de público no necesariamente ligado a la pequeña pantalla y capaz de inmiscuirse por 127 minutos en una red que atrapará poco a poco a cada billetera. Y sí, también para celebrar uno de los finales del año que sólo entenderán los que se levanten de su butaca con la luz encendida y tengan ganas de gritar aquello de ¡Ya hay fecha para la boda y para la coca!
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