Ago 02, 2012 Dani Arrébola Clásicos 0
Por Dani Arrébola
Adaptar a la gran pantalla una obra maestra de la literatura como la famosa historia que nos ocupa escrita por el novelista Vladimir Nabokov nunca es tarea fácil. Pero si detrás de la cámara se sitúa alguien llamado Stanley Kubrick, puede que tal afirmación carezca de sentido. El mítico cineasta británico logra un más que correcto trabajo de más de dos horas y media, adaptando fielmente y con su particular estilo el texto que nos narra la tormentosa relación entre un erudito adulto ya entrado en edad, y una joven hiper-seductora que derrama candidez y picardía al mismo tiempo en cada gesto.
Bien es sabido que en la carrera de Kubrick tan solo encontramos 13 películas dirigidas por él pero prácticamente las 13 son obras maestras. Esta “Lolita” no es una excepción. El director británico era capaz de extenuar a los actores repitiendo cualquier toma hasta casi el centenar de veces debido a su enfermizo metodismo que tenía impregnado en su ADN, pero tal sacrificio tenía a posteriori excelentes frutos.
Para empezar, eligió a dos compatriotas para el protagonismo varonil del filme , que en opinión personal realizan ambos sus papeles rallando la perfección: James Mason en el papel protagonista del escritor y catedrático Humbert Humbert y el legendario Peter Sellers en el rol secundario pero vital del enigmático escritor Quilty. Los dos, repito, impecables. Mason consigue una interpretación tan sólida como convincente, en su rostro podemos percibir casi con precisión todo pensamiento que le pasa por su cabeza. Es el papel de un hombre que se enamora del atractivo insultante de Lolita y que a su vez lucha con la tentación sexual por el sentimiento paterno que le toca vivir hacia la joven. Sellers en cambio nos ofrece otra exhibición de su capacidad para alternar distintos papeles dentro de una misma película y sobre todo distintos acentos, debido a su sabido dominio idiomático que le ayuda a encarnarse en distintos personajes.
Ellas en cambio, son actrices de la industria americana con carreras y edades bien diferentes: una ya cuarentona Shelley Winters interpreta de forma convincente a la viuda Charlotte Haze que pronto se enamora del profesor Humbert en medio de una burbuja llena de engaños y despropósitos, y fue la jovencísima Sue Lyon la elegida para interpretar a la protagonista que da título a la obra, Lolita.
Si bien es cierto que la joven Lyon moldea y combina sin sobreexcitarse la candidez y la sexualidad, en opinión personal su trabajo final me resulta algo frío y casi monótono. Hubiera preferido ver un rostro más cambiante en la expresión de Lolita, a medida que el filme sucede, una expresión que al final de la película sea distinta a la que empezó debido al cambio que sufre la protagonista en su vida. No hay que olvidar sin embargo, que Sue Lyon contaba apenas con 15 años en el momento del rodaje, los mismos exactos que tiene la protagonista de la obra de Nabokov al principio de la historia. Una edad seguramente muy verde aún para pedir rallar a la misma altura que el resto del reparto.
La escena con la que me quedo es precisamente la primera que inicia el filme, la mini-película que ocurre en la desordenada mansión de Quilty al que el profesor Humbert visita para saldar viejas cuentas. En esos 10 minutos tanto James Mason como sobre todo un camaleónico Peter Sellers, consiguen una escena de 10 que deja al espectador enganchado en su butaca por el resto de la película. La “partida” de ping-pong hiela la sangre por su mezcla extraña e incomparable de irracionalidad y espontaneidad.
Puntuación Ránking Apetece Cine: 7,1
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