May 29, 2016 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Estrella no te estrelles que tu vida y tu alma van sobre ruedas
Murió a los 50 años. Demasiado joven y demasiado apagado. Vivió siempre al límite, como el alter ego que casi siempre exhibía por el plasma en sus personajes. Pero sobre todo, vivió y disfrutó a toda velocidad, aquella que fuera la mayor de sus pasiones y la misma que, de algún modo, se lo llevó de su estrella al estrellado para siempre. No quedan ya actores como Steve McQueen. Nadie es capaz de emular su imán en pantalla pero sobre todo, nadie es capaz de vivir en la misma, en cada piel de sus roles y, sobre todo, en cada traje que se puso durante el rodaje de las famosas 24 horas de Le Mans. Era el traje de piloto, en efecto, pero también era el traje de un padre y esposo,de un hombre ferviente que había descubierto su gran pasión en el motor y de un traje, en definitiva, de la adrenalina que es capaz de brindarte la vida cuando conjugas tu fama labrada delante de las cámaras sobre las mismas ruedas en las que desliza tu alma. Todo ello explica en poco más de 100 minutos este juego de palabras, McQueen: The man & Le Mans, el documental dirigido a cuatro manos por Gabriel Clarke y John McKenna.
Y vertebrando los archivos históricos y kilométricos del rodaje de la mítica cinta de Le Mans en 1970 con la presencia en pantalla de la voz y gafas de sol de Chad McQueen -el lesionado y casi ciego hijo del gran protagonista- , los minutos pasan igual de rápido que los bólidos con latido de los que se nutre el documento. «Cuando estás corriendo, eso es vivir. Todo lo que sucede antes o después es simple espera», afirmó poniendo palabras a su verdadera pasión aquel apuesto seductor más atractivo que guapo y de mirada eléctrica y magnética.
Toda esa obsesión por realizar la película de carreras «definitiva» es la que nos lleva recta a recta y curva a curva a conocer a McQueen. Una estrella que detrás de su fulgor dejaba ver también tanta imperfección como perfecto humano que era y sentía: sentía envidias y fobias de todo aquel que se atreviera a filmar y robar su proyecto sobre el asfalto; justificaba todo fin por muy elevado que fuera su coste porque jamás dejaba nada por hacer, ni siquiera cuando su gran amigo y director John Sturges les dejó tirado no sin antes deleitar a todo el rodaje con una ilustradora sentencia «Soy demasiado viejo y demasiado rico para aguantar esta mierda»; y, por encima de todo, arriesgaba su vida y la de sus compañeros con tal de rodar la toma exacta, perfecta, irrepetible. Y lo consiguió. Quizá no del modo inicialmente previstos pero, ¿Qué es una carrera sin obstáculos?, lo mismo que una vida mal vivida. Steve lo sabía y a pesar de los pinchazos, frenazos, accidentes que le costaron la pierna a un amigo, un brazo a otro y un ojo a su hijo, sacó adelante Le Mans, no otra película más, sino SU PELÍCULA, la que lo realizaba al completo y la que, de algún modo -veneno en los trajes de pilotos incluido- se lo llevó al cielo de forma prematura una década después.
McQueen: The man & Le Mans es un documental imprescindible tanto para amantes y nostálgicos de aquellos rodajes imposibles, como para aquellos que busquen un ejemplo en los que reflejar sus escondidas pasiones. Y la pasión aquí tenía y tiene nombre y no se llamaba Le Mans, ni siquiera cine, se llamaba y se llama Steve McQueen quien consiguió aunar sus dos vidas en una: la de la cámara y la de la velocidad.
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