Feb 08, 2015 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Negociar o Dialogar da lo mismo porque…¡Qué listo es Borja Cobeaga!
Se presumía que aquel alguien que estuviere detrás de la dirección del excelente programa de sátira política Vaya semanita en la ETB vasca, era -si más no- un tipo con talento e inteligencia. Su salto de la pequeña pantalla a la grande confirmó estas sospechas: Borja Cobeaga es una de las mentes más chisposas y creativas que han surgido en nuestro país a lo largo de estas últimas dos décadas. Tras su exhibición de ingenio televisivo en fecundos charcos de gags políticos -y siempre con la denuncia como estandarte- la crítica y público se ennovió con Cobeaga en su debut cinematográfico y aquel pringao enamorao de la chica más guapa, que interpretaba Gorka Otxoa, y apodado Pagafantas (2009), fue la demostración en carne y hueso de que se sumaba a la industria del largometraje un nuevo nombre prometedor. Tras un sabor algo más agridulce en la igual cómica No controles (2010), Cobeaga vuelve a la acción dispuesto a consolidarse como una especie de «Billy Wilder» con txapela, en una cinta de título Negociador y que -aunque algo más seria y delicada que sus predecesoras- mantiene la misma esencia burlesca de su obra.
El argumento es igual de sencillo como de comprometido: Manu Aranguren (Ramón Barea) es un político y representante del gobierno al que se le encarga la misión de entrevistarse en Francia con un etarra para poder así llegar a un acuerdo de tregua. A medida que las horas y los días van pasando, y -sobre todo- a medida que Aranguren va conociendo mejor a Joaki (Josean Bengoetxea) primero y más tarde al líder de la banda Patxi (Carlos Areces), se dará cuenta que cualquier acción de acercamiento y entendimiento puede ser inútil si ésta depende del azar o de cualquier error inoportuno.
Basada en las conversaciones reales que mantuvieron el líder del PSE, Jesús Eguiguren, con el alto mando de ETA en los años 2005 y 2006, lo que Cobeaga logra tras la cámara es toda una cinta con un estilo e identidad que se impone por encima del ya imponente tema. Y esto, seamos claros y justos, ya es mucho. La comedia está presente en la totalidad de las escenas pero ésta, al contrario de aquello que estamos acostumbrados a ver en sátiras hiperbólicas de tan marcados estereotipos, se muestra más como acompañante esencial en lo melindroso del tema que como subrayador fosforito del gag X o Y. Ni siquiera se sirve el filme de estos gags -propiamente dichos- y que tan bien ha manipulado en sus trabajos Cobeaga, ya que la historia en sí misma parece un sólo gag estirado e inmenso, que se retroalimenta del propio carácter acentuado de sus protagonistas -torpe, bonachón y algo retraído el personaje de Barea; y cuadrados, serios y volcánicos los miembros de ETA- para acabar tejiendo lo que se muestra casi como una amena road-movie con «frenazo» en un hotel.
A la película también le ayudan -y mucho- las eficaces, creíbles y ricas interpretaciones que ofrece un elenco capitaneado por un Ramón Barea que, por lo menos, merecía unas cuantas nominaciones a los grandes premios de esta industria. El actor vasco construye un personaje al que se le estima desde el minuto uno y se le va cogiendo un cariño raro de explicar para el espectador a no ser que este perciba en el rostro de Barea aquello que podemos percibir del noventa y tantos por ciento de los que nos rodean: naturalidad bañada de inquietudes. Mención especial también merece el bueno de Carlos Areces que, aquí -y no sabemos si será una excepción en su colorido abanico de roles- hace de «malo» o, si más no, se aleja algo y con buena nota de sus papeles de cachondo, socarrón, alocado y friki.
Negociador es una película que tiene lo que hay que tener para tratar y narrar un tema tan delicado, como es la tensión recurrente y sempiterna entre ETA/Gobierno, y hacerlo con gracia y honestidad. Por esta premisa y por un reparto en estado de gracia, merece la pena pagar la entrada y disfrutar de sus ochenta minutos de duración. Quizás a alguno no le acabe provocando la carcajada; pero sí le producirá -mínimo cierto relax con sonrisa inesperada para lo aprensivo que presumía ser el tema.
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