Nov 03, 2015 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Podría haber sido un bogavante…
Con la nominada al Oscar de habla no inglesa, Canino (2009), el griego Giorgos Lanthimos -además de mostrar en sus títulos una especial sensibilidad por el mundo zoológico- se ganó el caché y prestigio que tan bien -o tan mal- otorga la crítica del séptimo arte. Con ese turbo de renombre que le permite poseer un elenco capitaneado por Colin Farrell, y escudado por una Zipi y por una Zape tan atractivas como son Léa Seydoux y Rachel Weisz, Lanthimos estrena ahora The Lobster, es decir la Langosta, que coge con pinzas para meter en su relleno su particular y singular estilo de «contar las cosas».
Unas cosas o casos que están ubicados en un mundo alejado e irreal, aunque mucho más cercano de lo que a priori pueda parecer. Por allí tenemos deambulando a un Farrell que está soltero y que está obligado a encontrar pareja en 45 días. Es el plazo concedido por un hotel que no da el mismo miedo agónico que el de El Resplandor pero que ofrece incluso más angustia por sus particulares normas y castigos: si no encuentras a tu media naranja con la que compenetrarte al 100% ellos te transforman en un animal. Eso sí, te transforman en el que tú desees. Y claro, ¿cuál es el elegido por nuestro protagonista? No podía ser otro que la langosta, la cual vive muchos años y todos ellos fértiles.
Pero la langosta podría haber sido un bogavante y es -metáforas y chicha aparte- la ausencia de esta metamorfosis la que acusa y condena a una segunda hora de película en la que el interés se diluye justo cuando debiera crecer. Es el momento en que conocemos la ciudad, donde allí los solteros no tienen cabida y el «amor» triunfa entre hombre-mujer; hombre-hombre y mujer-mujer y también es el momento en que la míope lentillera Rachel Weisz desata la represión amorosa y sexual que sufre desde el desayuno el también míope gafístico Colin Farrell, condenado incluso a no brindarle happy ends a sus erecciones si no quiere ver su mano frita en una tostadora…ya nos entendemos. The Lobster acierta en su idea y en su abano de temas: la represión sexual, la condena del amor, el castigo a la soledad, la exclusión social de un alma libre…pero erra o deambula por la sobre-exposición o exceso de pimienta que el cineasta griego plasma en los últimos 45 minutos para acabar contándote lo mismo que una hora atrás. El bicho rojo con hábitat en los aledaños rocosos del mar podría haberse convertido en un bichazo sabroso con las dosis necesarias de condimento.
Langosta es una interesante metáfora de la mentira que nos tragamos cuando juntamos los términos amor-pareja, los cuales no nos permiten atender al verdadero amor y a la verdadera pareja. Es en efecto, como todo lo que ha filmado hasta ahora Giorgos Lanthimos, una crítica seductiva, pero su acuse de recibo plasmado en la saturación de su particular universo, provocan que este crustáceo no sea imprescindible.
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