Oct 04, 2015 Dani Arrébola Críticas 0
Abre los ojos en Regresión
Alejandro Amenábar ha vuelto tras seis años en stand by y, precisamente, ha reaparecido con el que es su sexto largometraje, Regresión. Tras su presentación en la inauguración del pasado Festival de San Sebastián, el nuevo thriller psicológico de Amenábar llega a las grandes salas con intención de sorprender, de nuevo, al espectador.
Nos situamos en la Minnesota de los años 70, concretamente en el seno de una familia completamente desestructurada. La madre se suicidó años atrás, el padre es alcohólico, la abuela ha perdido la cordura, el hijo abandonó el hogar familiar y la hija – Emma Watson – acusa al padre de haber abusado sexualmente de ella en ritos satánicos. Es precisamente este caso el que una pareja, formada por un detective – Ethan Hawke – y un psicólogo – David Thewlis –, intentarán esclarecer.
Amenábar nos tiene acostumbrados a hacernos reflexionar y participar de la película. Este año pone sobre la mesa la religión – como hizo en su día con Ágora (2009) –, el miedo – al igual que en Los Otros (2001) – y el poder de la sugestión. Se atreve de nuevo, pues, a criticar los extremos religiosos y a teorizar sobre el miedo pero sobretodo, la clave de esta película reside en el último punto. Amenábar nos muestra la fragilidad del ser humano mediante la figura de Ethan Hawke. No somos conscientes de lo vulnerables que podemos llegar a ser y el poder de la mentira en nuestras mentes. Evadir la realidad y caer en la red es más sencillo de lo que pensamos. De hecho, consigue que el espectador dude tanto como Ethan sobre lo que es real y lo que es imaginación. Es por ello que Amenábar intenta, quizá, hacer una analogía con la situación política actual y nos incita a abrir los ojos, nunca mejor dicho.
Agarrados a la luz como único refugio – igual que Nicole Kidman en Los Otros–, Ethan Hawke está correcto en su papel de detective solitario. Sin embargo, la que diera vida a la bruja más inteligente que recorrió los pasillos de Hogwarts, Emma Watson, está desaparecida. Su participación en la película se limita a unos 15 minutos de metraje en los que siempre tiene la misma expresión facial. Ni tan siquiera su última aparición, que nos debería poner los bellos de punta, consigue impresionarnos. El que sí lo hace es David Bencik, el padre de Emma en la película. Pura locura y todo un espectáculo.
Se trata de una buena película pero ya está. No está a la altura del resto aunque la idea sea muy buena. Si estás pensando en ir porque te apasiona el género, no dudes en acudir a las grandes salas pero si lo que te interesa es el aspecto satánico de los años 70, La semilla del diablo (1968) es tu película.
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