Mar 22, 2015 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Mucho más que un documental sobre Snowden: un genial y alarmante thriller
El caso alarmó al planeta entero a pesar de que en lo más profundo de nuestro inconsciente éramos -valga la redundancia- conscientes de ello: América nos espía, nos vigila, nos controla al dedillo y al dedazo cada uno de nuestros movimientos. Quizá lo que desconocíamos es el complejo funcionamiento de ese espionaje llevado a cabo por la CIA y la NSA, una vigilancia inmoral pero que, al fin y al cabo, nos obligamos resignados a aceptar ante un sistema que cada día late más con los «cacharros» que con los corazones. Y este sistema de operaciones y engranaje nos fue revelado por el que fuera «uno de ellos», un joven de 29 años llamado Edward Snowden y que, ahora además de ser un ex, está considerado héroe y canalla según la sensibilidad de cada bando: aquellos libertarios que no toleran ni el mínimo rastreo personal o aquellos otros partidarios de vestirse con la bandera de las barras y estrellas para defender y justificar el acecho colectivo. La documentalista Laura Poitras (The Oath, 2010) fue la elegida -literalmente- por el propio Snowden para con su cámara y desde la guarida de salvamento ubicada en un hotel de Hong Kong, filmar todo el «chivo» que iba a desencadenar un maremoto de polémica y salpicar a los principales gobiernos del mundo (incluída la austera Alemania de Merkel). El desahogo de tanto secreto es Citizenfour que, de entrada, ya llega con un Oscar al mejor documental bajo el brazo.
La acción arranca en el mes de Enero de 2013 cuando Laura Poitras empieza a recibir mensajes cifrados por alguien que firmaba como «Citizenfour». En dichos mensajes, este enigmático personaje aseguraba a Poitras tener pruebas que implicaban a la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) junto a otras agencias de inteligencia del mundo de practicar programas de vigilancia ilegales sobre los ciudadanos. Tras cinco meses de mensajería en clave, Poitras viajó junto a dos periodistas del prestigioso diario The Guardian, Glenn Greenwald y Ewen MacAskill, hacia Hong Kong, donde en la habitación de un hotel se reunieron con el enigmático personaje: Edward Snowden.
Uno comprende la victoria merecida en estos Oscars 2015 de este Citizenfour por encima de absolutas obras maestras como La sal de la tierra, cuando de esta confidencia descifrada sale perturbado, fascinado y alimentado de ese extraño motor llamado miedo, que tan placentero resulta en la gran pantalla. Por mucho que nos puedan reiterar en cualquier ficha técnica o en cualquier categoría premiada que el producto pertenece a ese género cada vez menos televisivo del documental, la sensación más instantánea y creíble es que estamos asistiendo a un auténtico thriller de los que dejan huella, de esos en que la respiración parece encallarse en cada plano y en que los ojos se oxigenan de pavor y tensión por muy agotados y vacíos que se encuentren. No existe artificio alguno: la cámara funciona con honestidad y vida propia emplazada en esa habitación pavorosa de hotel y conociendo a la vez que el espectador, a un Edward Snowden tan nervioso como seguro, tan cauteloso como desenfrenado en su trato, tan vigilado como profundamente libre, tan extrañamente…humano.
Y entre alguna que otra risa nerviosa de su heroico encriptado protagonista, reconocemos en este genial y alarmante thriller la emoción de dos periodistas que, a su vez, emulan dos estilos de periodismo anglosajón completamente distintos e igual de legítimos: desde la escuela americana, un Greenwald raudo y presto a dibujar con palabras la emoción sellada en sus pupilas cada vez que por la boca de Snowden sale una respuesta; MacAskill, representando las hechuras diplomáticas británicas, menos explícito y aguantando «el tipo» con temple y calma pero incapaz de emborronar de su rostro los mismos gramos de emoción tras su circunspecta mirada. Así que es una sentencia bien cierta: más allá de las respuestas o de las muchas preguntas que puede abrir este «documental», el producto puede igualmente funcionar como una auténtica Biblia periodística de investigación o como un espejo psicológico en la figura de Snowden de ese motor que nos persigue desde el momento en el que venimos al mundo y hasta que nos despedimos del mismo: el miedo.
Citizenfour es y debe ser un documento de consumo obligado y no solamente para aquellos cabreados tras el escándalo -que son muchos y con toda la razón del mundo- sino también para el resto de público indiferente ante esta mirilla perpetua o radar abominable de «los que mandan»o, que ni siquiera les suena el nombre de Edward Snowden (que haberlos «hailos») pues estos últimos también encontrarán motivos de sobra para entretenerse descifrando una información trascendental y nutrirse del pavor que brindan los latidos de Laura Poitras y la intrepidez de su joven y sibilino protagonista.
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