Ago 27, 2014 Dani Arrébola Críticas, Especial Goya 2015 0
Por Dani Arrébola
El Niño que hace grande nuestro cine
Tras dejar un buen sabor de boca en filmes como El robo más grande jamás contado (2002) o La caja Kovak (2006), Daniel Monzón aprobó con nota las oposiciones a “Gran Director” gracias al golpe en la mesa que logró con la filmación del motín carcelario, encabezado por el célebre personaje de Malamadre -encarnado excelsamente por Luis Tosar- en la magistral y aún fresca en nuestras retinas, Celda 211 (2009). Un lustro y unos cuantos kilos de prestigio después, Monzón se atreve de nuevo con un thriller dinámico, de nombre tan intenso como simple y que promete al espectador todos los ingredientes con los que en su anterior filme se ganó las alabanzas de público y crítica, esto es: acción, suspense, giros en guiones in crescendo y un poquito de amor.
El Niño nos sitúa en pleno Estrecho de Gibraltar, más en concreción en esos 16 kilómetros de trozo de agua que separan continentes pero que unen todo ese meollo de corrupción tangible -compuesta en su mayoría por coca- y alojada con todo tipo de disfraces en la montonera interminable de contenedores que forman el corazón del puerto de Algeciras. En la materia humana de la trama encontramos a los “buenos”, representados por el cuerpo policial, con Jesús (Luis Tosar) y Eva (Bárbara Lennie) a la cabeza los cuales llevan años tratando de dar caza a “los malos”, o aquellos que actúan al margen de la ley, con el fin de desenmarañar una compleja red de narcotráfico a la que se unen como “soldados rasos” la pareja de humildes adolescentes formada por El Niño (Jesús Castro) y gran protagonista de esta historia, y El Compi (Jesús Carroza).
Si una rápida y primera conclusión podemos deducir de esta cinta es que Monzón sabe a lo que juega. Dirige con pulso firme una producción que nada tiene que envidiar a cualquiera de las que se haga al otro lado del charco -y, en este escenario, nunca mejor dicho-. El director balear, apoyado por el guión de su fiel compañero Jorge Guerricaechevarría, se atreve a crear y dosificar la tensión de manera estratégica tanto por mar, como por tierra y aire. Una tensión que, por cierto, es holgadamente trepidante. Los actores, fundamentalmente Tosar y un graciosete pero atento agente Eduard Fernández, ayudan a provocar esta angustia placentera. El equilibrio que resulta en ese reparto artístico entre los chicos “menos profesionales” y aquellos curtidos en mil rollos de largometrajes, se impone como uno de los grandes aciertos de la película.
El problema, o mejor dicho, la lástima, es que, tras portar toda una mochila de peso con elevados gramos de ilusión cocidos en un arranque inmejorable, el filme se va desinflando poco a poco. El Niño, a partir de su segunda hora, queda sumergida en giros demasiado aguileños y tira a esas aguas tan traicioneras la oportunidad de completar todo un cuadro de thriller redondo, quizás una “ausencia de unidad” que dirían los clasistas.
Pese a no tener, ni por asomo, el nivel de estrés e incertidumbre de la brutal Celda 211, esta pérdida de esencia de El Niño y el buceo laberíntico en sus minutos finales podemos considerarlas como faltas leves y perdonables. El Niño, será así de cierto, se convertirá desde el día de su estreno en una de las películas del año, un orgullo a sumar en la cuenta de nuestro cine. El espectador saldrá de la sala con lo prometido al entrar: entretenimiento de dos horas a gran altura.
Puntuación Ránking Apetece Cine: 6,0
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