Dic 23, 2014 Dani Arrébola Críticas, Especial Oscar 0
Por Dani Arrébola
Las alas de Iñárritu desplegadas sobre el sendero de la existencia
Pocos directores pueden presumir de una obra tan regular en su calidad como laureada con los más prestigiosos premios de la industria cinematográfica. Uno de ellos es el mexicano Alejandro González Iñárritu que fue el primero de su país -entre otras varias cosas- en obtener una nominación de la Academia americana a Mejor Director para los Premios Oscars de 2006, por su excelente filme Babel. Las otras tres que, hasta este año, conforman su filmografía, son películas llenas de ingenio tanto en lo técnico como en lo artístico, colmadas de lucidez ya sea en la palabra como en la forma hechizera de construir cada plano. Una chispa de holgado talento que encontramos tanto en Amores Perros (2000), como en 21 Gramos (2003) y también, aunque algo menos, en Biutiful (2010). Ahora, justo en el pistoletazo de salida del nuevo año 2015, Iñárritu viene dispuesto a ganar aún más oro para su meritorio colchón de consagración, sumergiéndonos en los entresijos teatrales de un célebre súper-héroe: Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia), como se le ha querido dar de propina al título.
Y la historia se centra en la fama lograda por Riggan (Michael Keaton), que intentará superar a través de una obra teatral la profunda crisis existencial que afronta tras haber interpretado al mítico súper-héroe Birdman. Para ello, intentará recuperar a su familia con el apoyo emocional de su ex-mujer (Amy Ryan), pero sobre todo de su hija (Emma Stone), que se pasea por los camerinos y pasillos como ayudante en todos los vericuetos del mundillo teatral.
El aparente plano secuencia que colma el metraje de la cinta casi en su totalidad, está tan bien ejecutado y medido por Iñárritu que sirve para sindicarlo a un axioma: Birdman es carne de un buen puñado de Oscars, y de los gordos. A tal evidencia también ayudan unos actores con un gancho de encanto indiscutible los cuales, capitaneados por una brillante actuación de Keaton, flotan delante de la cámara como si estuvieran ante el trabajo más cómodo, inerte y sencillo que jamás hayan probado en sus carreras siendo ellos también culpables de izar la bandera del culmen cualitativo de la película. En este sentido, merece una mención especial la construcción que el asombroso Edward Norton hace de su personaje, un impulsivo y ortodoxo actor capaz de entregarlo todo por la más ínfima de las ideas.
Quizás la cinta pierda la medalla de obra maestra por su empeño en estirar al hombre-pájaro más de lo necesario, pero a esas alturas -nunca mejor dicho- ya se habrá ganado la total complicidad de un público entregado a tan bellas acrobacias. A la banda sonora compuesta por Antonio Sánchez se le puede acusar de dar la tabarra más de la cuenta, pero también cualquiera se dará cuenta que resulta un acompañamiento preciso y efectivo por esos senderos juiciosos tras el telón, por el que viaja y sufre el elenco de actores, sobre todo el protagonista.
Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) es una manera perfecta de reconciliarse con el cine brindando por un nuevo año. Saldrás de la sala flotando como si hubieras abierto la integridad de todos los poros de tu piel. Una oportunidad preciosa en cartelera para volar por nuestras dudas y certezas. No la desaprovechen.
Puntuación Ránking Apetece Cine: 8,3
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