Ago 16, 2012 Dani Arrébola Héroes de Cine, Mundo APTC 0
Por Dani Arrébola
Soy consciente que debería estar prohibido o llevar la etiqueta de “imposible” tratar de explicar en palabras la música de Ennio Morricone. Casi seguro, lo mejor sea simplemente pararse a contemplarla, a escuchar en cada escena esas notas exclusivas que conforman una sintonía inconfundible que creaba y sigue creando en filmes inolvidables gracias a su aportación. Pero, aún pecando en esta advertencia, me veo en la necesidad de liberar en palabras lo que puede expresar la música de este genio italiano en el mundo del séptimo arte.
De niño ya demostraba ser de esos monstruos elegidos, de los que aparece en el arte muy de vez en cuando y con tan sólo cuatro años de edad dominaba la trompeta en su casa. Se formó y mejoró su música durante su infancia y adolescencia donde cursó en la Escuela Santa Cecilia de Roma.
La vida ofrece a veces ciertas casualidades que uno puede aprovechar o no y el destino cruzó en la misma clase a dos monstruos del cine que posteriormente serían los dos pilares básicos de lo que llegaría ser conocido como spaghetti western. Nuestro protagonista, (1928, Roma) coincidió con Sergio Leone ya desde muy joven aunque como bien reconocieron ambos posteriormente ni siquiera supieron el uno del otro en esa juventud. ¡Y qué cosas tiene la vida! Dos personas que años después trabajarán codo con codo, casi de modo siamés, creando un nuevo tipo de cine, resulta ser que cursan en la misma clase sin haber siquiera dirigido la palabra mutuamente.
Es con el director Leone donde Ennio empieza a forjar su leyenda a través de unas composiciones que quedaron en la memoria acústica de todos los cinéfilos y no tan cinéfilos. La llamada como “trilogía del dólar”, aquella que de modo totalmente insospechado también creó todo un icono en el joven “que no tenía nombre” y que encarnaba un tal Clint Eastwood, fue la primera prueba del genio compositor que Hollywood acababa de descubrir en ese estilo europeizado y renombrado como spaghetti western.
La precisión de ambos artistas rallaba la perfección. El trabajo de Ennio consistía en crear música para la escena deseada y así juntar las piezas de todo un puzzle ideado por Leone y que Eastwood y el resto de actores de la trilogía del dólar completaban con sus actuaciones. Morricone recibía el encargo del famoso realizador para componer la música y tenerla acabada antes de empezar a rodar la película, y después en pleno rodaje y con la música en directo mediante altavoz (hecho que siempre dejaba boquiabiertos a los americanos presentes en los célebres desiertos de Almería) rodar la escena con la música que Leone tenía en mente. Esta técnica cuajó una nueva manera de juntar música y cine y logró para todos los espectadores, un regalo en pantalla imborrable con el paso de los años. Aún hoy mi padre silba a la hora del vermouth o en horario de sobremesa las célebres composiciones que el genio de Roma compuso.
Y como mi padre, son muchas las personas que afirman ver esos spaghetti western solamente por su banda sonora. Y es mucha gente, muchísima y que no son necesariamente fanáticos del cine, los que tras escuchar una de esas bandas sonoras del rebautizado oeste suelen pronunciar una frase algo así como: “¡Qué buena es, se nota que es de Morricone!”.
Sin duda, podemos afirmar que sería una película del montón “La muerte tenía un precio” si no es por esas escenas impagables con la banda sonora compuesta por nuestro protagonista, ese duelo final cerca del pueblo de Tabernas en Almería, entre Eastwood Van Cleef y Volonté, que ponen la piel de gallina: “Cuando acabe la música, dispara”. No, que no acabe nunca la música de Ennio, que tampoco acabe el clímax épico conseguido en el otro memorable duelo a tres bandas de la película que completaba la trilogía El bueno, el feo y el malo. Y en los títulos de crédito de la misma cinta encontramos la obra que seguramente sea la más recordada de todas las compuestas por Ennio: esos míticos aullidos que simulan a un coyote… esa ocarina que se asocia con el personaje del malo de Lee Van Cleef… esa flauta para El Rubioencarnado por Eastwood y esas voces humanas para el fantástico personaje de Tuco interpretado por Eli Wallach…esa mezcla de instrumentos e ingenio que crearon una composición para la historia al mismo tiempo que unas notas que crearon un icono cultural de toda una generación.
Aunque por supuesto en el colectivo de su obra no todo quedó en esa trilogía del dólar, ni muchísimo menos. Llegarían obras maestras como la suave dulzura que se desprende de la banda sonora que compuso para La Misión cuyo solo de oboe encajado en la imagen mediante los paisajes selváticos de cascadas de Sudamérica supone todo un clásico de la memoria retina-acústica del cine. También suave con un aroma único y nostálgico es la excelente banda sonora que ideó para Érase una vez en América, aquella larga y sensacional película que refleja el valor de la amistad que perdura en el tiempo en otra de sus fieles colaboraciones con su íntimo amigo Leone pese a que la infancia como decía al principio los obvió en la misma clase.
Pero es que Morricone sorprendía y creaba para todos los gustos: las notas de suspense que logra con Los Intocables de Elliot Ness suponen una auténtica superación personal y un compás que va de la mano del ritmo trepidante que persigue la película de Brian De Palma.
Así era y sigue siendo este genio que cumplirá en 2012 84 años: recibía el encargo del director con lo que quería que sonase en escena y él superaba las expectativas. Ennio sigue regalándo composiciones marca de la casa encargadas por los artesanos-directores que como él aman el cine. Es el caso de una de sus recientes colaboraciones para la que es obra maestra de Quentin Tarantino, Malditos Bastardos una película enriquecida al son de esa tarantella con notas in crescendo tan común en la obra de Morricone.
O no podemos pasar por alto la magia que esconde en cada nota la obra compuesta para Cinema Paradiso, aquella preciosa historia que sigue haciendo llorar a más de un carácter sensible, entre Totó y Alfredo, en lo que en opinión personal es la película que mejor sirve de homenaje a este precioso mundo del cine.
Un compositor que todo el mundo conoce su nombre, una excepción en el mundo del cine, y es así de forma excepcional que la fama tiene reservado a este genio de la música un lugar ubicado a la misma altura que la de los actores.
Para finalizar os dejo la que es mi composición favorita de las muchas para elegir que tiene la extensa obra de este genio. El hombre de la harmónica en Hasta que llegó su hora sirve para lograr uno de los finales más geniales que jamás se hayan rodado en la historia del séptimo arte, en comunión como no con el inseparable Sergio Leone. La venganza que el personaje de Charles Bronson sirve esta vez a pleno sol y lenta, muy lenta, hacia el personaje de ojos hipnóticos de Henry Fonda, es la máxima expresión de hasta donde puede llegar el cine en su conjunción con la música, hacia todo un mundo nuevo lleno de emociones.
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