Ago 06, 2012 Dani Arrébola Héroes de Cine 0
Por Dani Arrébola
Camaleónico definen los expertos a De Niro. Perfecto en la técnica podemos escuchar constantemente de las criticas a Pacino. Ambos de familia italiana como bien marcan sus apellidos.
Ambos neoyorquinos. Y ambos crecieron en la famosa escuela del Actors Studio dirigida por el gran Lee Strasberg.
Dos actores que son pilares básicos de la resurrección del séptimo arte ocurrida a finales de los 60 y principios de los 70. De ese cine hollywoodiense que quedaba ya caducado y pedía nuevas fórmulas a gritos con directores y actores jóvenes capaces de tener y plasmar todo un abanico de ideas frescas y novedosas con el fin de crear un nuevo cine.
Siendo tres años más joven De Niro fue un tanto más tempranero que su oponente en nuestro versus para dar su particular golpe de efecto. Le llegó gracias al impulso del célebre Brian de Palma al que podemos considerar su “padre profesional”. En 1963, un año convulso para toda América tras el asesinato del presidente JFK, resultó ser el año de la luz para De Niro. El joven neoyorquino que justo acababa de cumplir los 20 años trabajó en su primera película con De Palma. La cinta llevó por nombre The Wedding party y aunque el estreno de la misma tardase en llegar seis años ese trabajo supuso la raíz del actor que hoy conocemos por encarnar a todo un abanico de personajes de agresivos y temerarios caracteres.
Mientras tanto su rival que desde APTC cine proponemos hoy, se forjaba en los 60 en los teatros de todo el país demostrando ser el alumno más aventajado del citado Actors Studio. Recibía premios por casi cada uno de los papeles que encarnaba y en 1969 Pacino debutaba en Broadway con la obra Does a Tiger Wear a Necktie? por la que obtuvo el premio Tony, el mayor premio teatral que se puede lograr. Fue al año siguiente nada más comenzar la década de los 70 en que el ya treinteañero Alfredo Pacino (que es su nombre al completo) se marcó su tanto particular y firmó por la agencia de talentos CMA.
Es la década de los 70 por tanto en la que emergen a la superficie de la gran pantalla nuestros dos protagonistas. De Niro conoce al que será el director que lo encumbrará en un lugar del Olimpo de los actores, nada más y nada menos que el genio de Martin Scorsese. Y la pareja comenzó su amplia colaboración pisando fuerte con el film Malas calles, una película vital en la carrera de ese joven rebelde curtido en las calles de Hell’s Kitchen, uno de los barrios más rudos de Nueva York. Con Malas calles el público empieza a saber quién es ese tal Robert De Niro, con un nombre tan sugerente como poco refinado para la industria del cine.
Pero el monstruo camaleónico ya había despertado y a partir de aquí llegó todo un sinfín de películas y superaciones personales que lo llevaron directo a la gloria y a convertirse en uno de los actores más respetados de la historia del cine. En la retina del espectador podemos encontrar numerosas escenas hechas con el estilo De Niro. El monstruo interpretaba personajes agresivos que en la vida real resultaban detestables pero daba igual, el espectador quería a Robert, se estaba convirtiendo en un auténtico héroe y cuánto más carácter y ruda personalidad aplicaba en sus interpretaciones más alabanzas recibía el “camaleón”. Un héroe que encontramos en Taxi Driver con su archifamoso monólogo al espejo que decía algo así como “¿Me estás hablando a mí?”; el violento y abominable Jake La Motta en su papel que hiela la sangre y con el que logró su segundo Oscar (el primero fue por su papel de Don Vito en El Padrino II) en Toro Salvaje capaz de llorar como un niño a la vez que maltrata a su mujer y a su hermano; su mítica interpretación de Max Caddy en el remake de El Cabo del Miedo un dolor de cabeza durante más de dos horas para el abogado que interpreta Nick Nolte, obligado a esconderse tras un contenedor ante la amenaza constante del papel del preso psicópata que borda De Niro el cual deja al espectador una cita memorable “¿Abogado? ¿Abogaaadooo? Sal ratita quiero ver tu colita” o sus geniales interpretaciones de capo de la mafia en Uno de los Nuestros primero y en Casino más tarde. Películas todas estas fruto del trabajo codo con codo con el genio de Scorsese, el director que supo entender mejor que nadie quién era De Niro y hasta dónde podía llegar en esto del cine, si es que tenía algún límite.
Al Pacino no tuvo a un Scorsese particular, ni tampoco a un De Palma. Se forjó su propio estilo a base de su espíritu auto-didacta y generoso consigo mismo y con todo aquel que le pedía cómo actuar. Así se ganó el orgullo y confianza de Francis Ford Coppola en la trilogía de El Padrino, una saga que en su primera entrega le llevó a la cima más absoluta. Ese joven con rasgos sicilianos, hijo pequeño del respetadísimo Don Vito, encarnado por el intocable Marlon Brando, deja al público que acudía a ver la obra maestra entre obras maestras, boquiabierto a partir sobre todo de esos dos disparos en el restaurante al mafioso Sollozo y al capitán de policía McCluskey. ¿Cómo podía ser? ¿Cómo ese joven que casi no pintaba nada en la película y aparecía desubicado en el guión y casi en el plano acababa de transformarse en todo un asesino y en el peso de no solo esa pelicula sino de toda la trilogía que vendría? Esa cuestión se responde por la esencia y secreto que persigue Al Pacino no tanto en su vida personal dado que pese a tener dos hijos nunca ha estado casado, sino con sus papeles evolutivos, que no se pueden describir mejor que con el calificativo de “redondos”.
En efecto, no existe alguien en la historia del cine con dos papeles más redondos que el de Michael Corleone y el de Tony Montana en otro remake legendario de Scarface, dirigida por cierto por Brian de Palma. Desde la visión particular de APTC, es esa, la actuación de Tony Montana la que puede definir a la perfección a Al Pacino, alguien que venía de un barrio bajo, con apuros para mantener sus pobres puestos de trabajo y que poco a poco debido a su aguerrido espiíritu y, vamos a decirlo sus “cojones”, se convierte en el puto amo, en el hombre de las mil influencias, y en aquel que está convencido de la frase/slogan del film “El mundo es tuyo”, que a lo rey Midas acaba terminando con él. Un Al Pacino que estaba en su salsa disfrutando en la piel de personajes mafiosos porque nadie lo podía hacer como él del célebre Carlito Brigante en Atrapado por su pasado, capaz de equilibrar su amor temperamental con su osadía, o en los papeles de “Big Boy” Caprice en Dick Tracy y “Lefty” Ruggiero en Donnie Brasco.
Uno con su metódico estilo y obsesiva escuela Stanislavsky que le hacían escribir con la mano derecha para interpretar papeles de diestros siendo De Niro zurdo; pasarse horas aprendiendo a tocar el saxofón para la película New York, New York; recorrerse las calles del Bronx por la noche con un taxi en los meses previos al rodaje de la película que inaugura el cine moderno, Taxi Driver o engordar más de 20 kilos y aprender a boxear para su célebre citado papel de Jake LaMotta en Toro Salvaje.
Otro con su línea precisa que ralla la perfección en todas sus actuaciones, de espíritu ganador y competitivo obsesionado con ganar un Oscar que se le resistió hasta su novena nominación por Esencia de mujer, y que supo encontrar y cuajar en un amplio público logrando millones de fans por todo el mundo que elogiaban e intentaban emular en sus vidas y en su forma de pensar a los “personajes Pacino”.
Nuestros dos púgiles de este versus, pese a tener ambos una extensa filmografía han compartido momentos en pantalla en ocasiones contadas: en la misma película se les puede ver en la segunda parte de El Padrino pero en tramas distintas y sin coincidir juntos en el rodaje; también en la película de Anthony Mann de 1995, Heat tienen unos escasos minutos en la misma escena con un sensacional diálogo pero nunca en el mismo plano, donde interpretan el juego del gato y el ratón en la piel de un perfecto asesino y de un obsesivo comisario de policía y no es hasta 2008 en la comercial Asesinato justo donde al fin comparten durante la totalidad de la cinta planos en una película que no aportó mucho más allá de su espíritu comercial.
Los amantes del cine nos quedaremos siempre en nuestra retina con la casi totalidad del trabajo y el arte que estos dos monstruos entregaron y que, a día de hoy, ya casi ancianos siguen demostrando y satisfaciendo. Desde Apetece Cine homenajeamos a estos dos genios con este humilde versus de alto voltaje para dos personalidades, columnas vertebrales de los mayores regalos que ha dado el cine en sus últimos 40 años.
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