Jun 14, 2016 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
«¡TOC TOC! ¡TOC TOC! ¡Yo no he sido!»
James Wan vuelve a portar la cámara que vibra a cada instante, la que contiene el aliento y se lo hace contener al espectador y, en definitiva, la de los sustos y la adrenalina del miedo, ese extraño placer que lleva décadas rompiendo las taquillas en este noble y heroico arte llamado cine. Y lo hace con el segundo caso de su exitoso Expediente Warren, esta vez El caso de Enfield, que, como ya nos dejan bien claro desde el principio, se basa en un caso tan real como inexplicable. El cineasta malayo, encumbrado por méritos propios tanto por la crítica como el público (que es este último el que verdaderamente importa), vuelve a ofrecer desde su primer plano hasta el último de las más de dos horas de metraje, que a día de hoy es el auténtico Messi del género de terror. ¡Qué manera tan bella de filmar el sobresalto!
Los gemelos Carey y Chad Hayes moldean el guión de la historia real con tal de ponerle el vestido fílmico a esa casa del norte de Londres de finales de los 70 y a los Hodgson, esa familia compuesta por una madre (Frances O’Oonnor) y sus cuatro pequeños, dos niños y dos niñas. Una de éstas es Janet (Madison Wolfe), la cual sufrirá más que nadie las consecuencias espeluznantes que hay que pagar por vivir en esa casa y a la que pronto acudirán con tal de ofrecer su ayuda el matrimonio de Ed (Patrick Wilson) y Lorraine Warren (Vera Farmiga), demonólogos al servicio de la Iglesia que intentarán dilucidar -no sin sudor, sangre y lágrimas- las claves de esa casa endemoniada y la «cura» o solución, si es que la misma la ofrece…
Y es que no hay que elegir entre susto o muerte pudiendo quedarnos con ambos. Wan mantiene el nivel de su excelente predecesora y también sus guiños que son evidentes, una vez más, a lo largo de toda la pantalla, con unos movimientos de cámara tan bruscos como elegantes y unos planos secuencias que dotarán de latido propio y animado a esa auténtica casa endemoniada que se erige como la auténtica protagonista del filme. Y de latir, laten y mucho los corazones de unos espectadores que, no obstante, sentirán que este nuevo caso de los Warren se preocupa y mucho por su corazón: todos los sobresaltos (y hay bastantes) son acolchados a través de un nostálgico soundtrack en el que se cuela tanto I started a joke de los Bee Gees como un acústico del Falling in love de Elvis. Y es que resulta difícil, a pesar de los pesares, resistirse a no sólo husmear qué demonios -y nunca mejor dicho- pasa en esa casa sino directamente a entrar y quedarse encerrado en la misma…al fin y al cabo la vida sin fenómenos paranormales no es lo suficientemente divertida…
Expediente Warren: El caso de Enfield es una excelente cinta del género, tan digna como su predecesora en la que James Wan demuestra por qué es el cineasta preferido del terror: dotado de una gran inteligencia es capaz de ponerte un auténtico caramelo dulce en la boca al que jamás se le pierde el sabor, entre gritos de niñas poseídas pero, también, entre una narrativa que trata con el máximo rigor y respeto la mal llamada pseudo-ciencia de lo paranormal y el empeño de ésta por dar respuesta a lo que no tiene o, al menos, a lo que no debería tener. Imperdible para todos aquellos amantes del género sin olvidar, eso sí, tener al lado una buena mano -o dos- a la que agarrarse…
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