Jun 20, 2016 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Desde Argentina a Francia y desde Francella a Dujardin vuelan los escasos centímetros de un gran corazón
El cineasta francés Laurent Tirard, que acumula unos cuantos gramos de comedias en su obra, ha sido el encargado para traer desde Argentina y muy velozmente -apenas dos años después de su estreno- el remake Corazón de León, que tan bien funcionó en la taquilla al otro lado del charco y que aquí hemos traducido didácticamente a Un hombre de altura. No es a Guillermo Francella, lógicamente, al que en esta ocasión le faltan los centímetros, sino a todo un respetado actor de nuestro país vecino como Jéan Dujardin que, vuelve a prestarse a las oportunidades del registro cómico y a las que brinda un juego mágico de cromas y cámaras para aparentar medir 1.36.
Éste será el que -a pesar de su estatura- intentará conquistar a la otra gran protagonista, Diane (Virginie Efira), una joven y atractiva abogada que verá cómo cambia su tensa vida sentimental mediante un olvido y una llamada: el olvido el de su móvil en un restaurante y la llamada el del arquitecto ricachón Alexandre (Dujardin), apuesto y…enano.
Y no es que haya muchos más centímetros de cambio y diferencias desde la primogénita versión al otro lado del charco que escribió Marcos Carnevale, pero al menos, este rápido y veloz remake puede servirnos para recordarnos sutilmente y con una sonrisa pegada al rostro, cómo una inclinación para arriba y otra para abajo, no debería suponer un triste final a pesar de las miradas de curiosos y extraños, de las consternaciones de ex-maridos y madres y de los dogmas de una sociedad que aún no ha acabado por digerir que en este mundo los nutrientes importantes se encuentran en la carne de dentro y no en la de afuera. Narrativamente, esta reciente versión sigue perdiendo esa misma fuerza y esencia que ya perdía Corazón de León, sobre todo en el empeño por darle al asunto y al amor imposible más traje de drama que chándal de comedia desenfrenada, pero no obstante, e igual que sucediera con Francella, la sonrisa magnética de Dujardin es capaz de convertirse en el más sutil y liso borrador de pizarra a tanta tiza dramoide.
Si se le suma a todo este remake una igual de acertada elección de temas como alimento de su soundtrack (Hope there’s someone de Anthony and the Johnsons, Last dance de Donna Summer…), obtenemos una rápida y agradable repetición de Un hombre de altura en el que muchos, que se perdieron al primero de gracia y palique argentino, se sentirán reconfortados por rescatarlo aquí afrancesado.
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