Jun 13, 2016 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Adolescencia, anorexia y, ante todo, fracaso escandinavo
Desde las gélidas tierras de Suecia, patria del cine de maestros como Bergman o Sjostrom, nos llega una cinta con ciertas trampas desde su mismo título, Mi «perfecta» hermana, aunque con comillas de advertencia por el camino eso sí. De la película dirigida por la joven realizadora Sanna Lenken y que llega con el impulso de los laureles como Premio del Público cosechados en Goteborg y Lecce, podríamos suponer por susodicho título que incluso veremos un buenrollismo dentro de las virtudes inherentes en una familia escandinava. Nada más lejos de la realidad, nos encontramos ante una historia dura, por momentos claustrofóbica y que destapa, más allá de la anorexia y bulimia presentes en casi cada escena del filme, el evidente fracaso de la conducta familiar nórdica.
El eje de la narrativa -escrita por la propia Lenken- se articula en torno a Stella (Rebecka Josephson), la pequeña de las dos hermanas adolescentes que contempla con admiración y preocupación el duro camino por el que pasa su hermana mayor Katja (Amy Diamond). Ésta compagina el estrés combinado entre sus exámenes académicos y su vida de patinadora profesional, una tarea que ineludiblemente supone mantenerse en forma, sin pasarse de la línea y, en consecuencia…vomitar casi todo lo que la joven ingiere por la boca. Será esto el desencadenante de una emergente tensión, alimentada -y nunca mejor dicho- por el pánico que Stella siente al ver a su hermana destruirse no solamente ella, sino también su propia familia.
La película mantiene un pulso férreo con el espectador a través del rostro archi-natural de esa pequeña protagonista, a la que tan pronto como es posible, le cogeremos un extenso cariño. Son sus gestos y miradas las que van escribiendo el problemón y angustia a la que se enfrenta su ya anoréxica hermana pero, no obstante, lejos la cinta de caer en los usos y costumbres de otros tantos films de este sub-género enfermo-alimenticio, Mi «perfecta» hermana, decide obviar la tragedia explícita del vómito y los kilos, para nutrirse finalmente de las consecuencias que los mareos por faltas de fuerzas pueden provocar y provocan en la no tan sólida familia escandinava. Es justamente con unos padres incapaces de tomar cartas en el asunto, fracasados en su intento de equilibrar las distancias entre ambas hermanas -con radicales kilogramos de diferencia- con aquello que el espectador puede quedarse en primer lugar, mucho más incluso que las verdaderas intenciones de un film en el que de bien seguro, no contaba en primer lugar con mostrarnos de forma transparente ese revés en el «prestigioso» modelo nórdico.
Mi «perfecta» hermana supone un más que digno ejercicio de cine, con una joven actriz tan natural como la la luz del día -en la que caben no sólo las sonrisas sino también las lágrimas- y capaz de transportarte con personalidad y firmeza por los socavones presentes en la anorexia. No obstante, es preciso advertir que también nos encontramos ante una película no lo suficientemente honesta con sus pioneros objetivos, esto es, que el espectador pueda señalar con su dedo y sin que el manual de instrucciones de la historia se lo indique la gran culpa y tropiezo de unos padres impotentes y responsables.
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