Feb 12, 2017 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola y Laia Carra
Mrs. Kennedy, le acompañamos en el sentimiento
De JFK se ha escrito todo. O, mejor dicho, casi todo ya que Marilyn se llevó buena parte al diario…y a su tumba. Se han filmado grandes películas como la exquisita JFK: caso abierto dirigida por Oliver Stone, y se han escrito miles de libros sobre la figura del legendario presidente y su asesinato ocurrido en pleno centro de Dallas la mañana del 22 de Noviembre de 1963. Pero de su esposa Jackie seguramente se ha contado y sabemos mucho menos. Sí, fue también una Primera Dama legendaria que marcó tendencia y estilo propio pero, más allá de su mercantil boda con Onassis nuestro conocimiento de la viuda de Kennedy quedaba bastante reducido. Hasta ahora: gracias Pablo Larraín por filmarnos de manera tan inteligente la desesperación de una mujer poderosa por fuera y por dentro y, sobre todo, muchas gracias Natalie Portman por salpicarnos desde tus lágrimas el maremoto de emociones cruzadas en el alma de Jackie.
A través del guion escrito por Noah Oppenheim y especialmente adaptado para la gran pantalla, la película se centra en las horas y días inmediatamente posteriores al magnicidio que acabó con la vida del presidente John Fitzgerald Kennedy. A través de las declaraciones, gestos y narraciones que Jackie (Natalie Portman) cuenta al periodista de la revista Life, la cinta nos recrea todo un retrato íntimo de la Primera Dama, siempre bajo su exclusivo prisma con el aura de una dinastía legendaria como los Kennedy. Dentro de esos recuerdos entrecortados iremos descubriendo la afectiva y vital relación entre Jackie y su cuñado Bobby o el particular mundo de Camelot que tanto gustaba al trigésimo quinto Presidente de los Estados Unidos.
No hay un sólo tic gratuito en todo el mapa gestual del que se nutre nuestra Jackie y que orquesta Larraín con la temperatura y cocción siempre al punto. Si la técnica, planificación y montaje es perfecta en su equilibrio, nos hemos de quitar el sombrero (en este caso el sombrerito rosa de Chanel), ante el impecable y preciso trabajo de Natalie Portman. Sí, es cierto, no se parecen tanto ya que Natalie es un bellezón y Jackie (por mucho que nos empeñemos) no lo era, pero poco importará si el precio a pagar de la falta de fisionomía es recibir el acento, suspiro y lágrimas de vuelta que nos brinda una actriz israelí que debería arrebatarle el Oscar al claqué de Emma Stone. Los coletazos siempre en segundo plano de la banda sonora compuesta por Mica Levi realzan y ayudan aún más a inmiscuirte con respeto en las puertas de la Casa Blanca, tanto cuando éstas se abren para la esperanza del cambio como cuando se cierran para eliminar las manchas de sangre del terror.
En los ojos de Jackie no vivimos un biopic al uso, sino que ésta nos presta su alma para que cada espectador acompañemos en el sentimiento a la Primera Dama. Nadie descubrirá ningún dato nuevo sobre el magnicidio ni el filme intenta abrir rendija alguna en la que escarbar aún más el misterio; descubre algo más intangible y, probablemente, importante: el corazón poderoso de Jackie seguía siendo cada vez más poderoso mientras se consumía en un dolor tan humano como solemne, tan carnal como espiritual y tan real y mágico como Camelot.
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