Nov 08, 2015 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
La impotencia de la sangre y del sistema
Tras una estrecha colaboración junto a Inés París alimentada de comedias y meollos románticos, la cineasta argentina Daniela Fejerman vuela sola desde hace algún tiempo y lo hace desligada de sus dosis cómicas para atreverse a contar cosas serias…muy serias. Con tal de plasmar en pantalla una historia llena de rabia y corrupción no sólo de carne y hueso sino también de corruptas y frías almas, Fejerman se sirve en La Adopción de la pareja formada por Nora Navas y Francesc Garrido, dos de los mejores actores que la escena e industria catalana nos han brindado en los últimos tiempos.
La pareja, Natalia y Daniel, son un matrimonio que ante la imposibilidad de poder concebir un hijo propio deciden viajar hasta la confinada, lejana y gélida Europa del Este con tal de lograr la adopción de una pequeña criatura a la que destinarles todo su fraternal amor. Y la pareja, que reservará su amor contenido con paciencia bíblica, pronto sentirán ser unas víctimas más de un sistema podrido, desalmado y desesperanzador que engulle cada año a miles de parejas. No existen niños «sanos» para adoptar, la «oferta» y «demanda» ha de articularse en un mercado donde la esperanza de vida se presenta con la angustia de estar condicionada a la brevedad y gravedad de cada enfermedad.
Y sentimos el pesar, la rabia e impotencia controlada y descontrolada, el sufrimiento pesaroso y sin aliento que se trasluce a través de los ojos y expresiones de unos actores entregados a sus roles. Tanto Navas como Garrido rayan a la perfección el perímetro psicológico de sus personajes, que a su vez se pronuncian como los poros de evasión y de opresión de los que Fejerman se ayuda para mostrar las miserias de un sistema plagado de hedor sentimental. Por esas frías tierras es la cartera el elemento determinante para un estrechón de manos y no la palabra o los latidos de tu propia sangre perdida bajo los párpados de la vergüenza.
La adopción es un ejercicio de garra contenida, de impotencia sanguínea y sistémica ante un duro tema y una película que se ve con los ojos bien abiertos y sin pestañear, llenos de consuelo y responsabilidad. Por si todo esto no es suficiente para pagar la entrada, hay que sumarle el plus de una creíble y vigorosa dirección de Daniela Fejerman y, sobre todo, de una rica, sincera y corpórea interpretación de la pareja que forman Nora Navas y Francesc Garrido.
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