Abr 03, 2016 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Todos a ensuciarnos las manos con el lobo o el WOLFramio
Se estrena en el largometraje exhibido en salas el cineasta gallego Simón Casal bajo el negruzco e inquietante título de Lobos Sucios. La historia, inspirada en hechos reales ocurridos dentro de un pueblo gallego en plena Segunda Guerra Mundial, buscará seducir en este inicio primaveral a través de las interpretaciones de dos de las actrices más en forma del momentum de nuestro cine: Marian Álvarez y Manuela Vellés son el eje femenino y protagónico de un filme humilde pero ambicioso, fundido en la negruzca mina pero dotado de un pulso singular y combativo.
Y a través de la pluma y mente de Carmen Abarca, Paula Cons, Noelia del Río y Felipe Rodríguez, la historia moldea la ambición de los nazis por importar el preciado y no tan conocido wolframio, un elemento químico presente y abundante en las zonas mineras de esa zona fronteriza entre Galicia y Portugal. Por los lóbregos túneles de extracción, Miguel «el Músico» lleva el candil más iluminado del grupeto de esclavos apresados en ese campo de trabajo minero y en sus manos y mente recaerá la decisión y habilidad de forjar una salida a tal opresión. Eso sí, el precio de «el Músico» habrá de cargar con la tensión emergente entre su superior y arquitecto nazi, y la de Manuela (Marian Álvarez) la mujer viuda por la que estallará una química inusual…y hermana de la joven y problemática Candela (Manuela Vellés).
Simón Casal dirige con pulso narrativo y logra arrinconar y oxigenar una historia a partes iguales logrando, en consecuencia, aquel resultado tan buscado y no tantas veces logrado en el séptimo arte que no es otro que el de mantener pegada la atención del espectador desde el minuto 0 hasta el último. Deslizante entre las buenas dosis musicales que Sergio Moure aporta al film, éste se sujeta ante y sobre todo gracias a las contundentes y generosas expresiones que tanto Marian Álvarez como Manuela Vellés son capaces de otorgar entre tanta penuria, miseria y angustia. Podríamos debatir y discutir si la película termina por tapar de forma unitaria los socavones estético-narrativos que la misma realiza por su ambición inherente, pero sería un juicio si más no banal quedarse únicamente en sus escollos cuando cualquiera puede disfrutar sin desencanto de una cinta con la suficiente dosis de entretenimiento como para no querer ensuciarnos las manos con el dichoso wolframio.
Lobos sucios no es ninguna obra maestra, ni seguramente la mejor película de los últimos años en el género y subgénero bélico social, pero sí es una accesible e interesante ópera prima de Simón Casal, un director gallego que demuestra saber con esmero lo que cuenta y que dirige con mimo pero sin adornos a dos de las actrices más en forma del momento. El juez supremo entre tanto wolframio es, como siempre, el espectador.
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