Sep 15, 2014 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Tom Hardy como regalo, carbón para jugar y un adiós inteligente a Gandolfini
Teníamos, todos los que seguimos diariamente esto del cine, muchas ganas de volver a escribir el nombre de Michael R.Roskam como sinónimo de un nuevo estreno. Ganas acumuladas que venían tras habernos dejado con la pesadilla en el cuerpo en aquel thriller criminal llamado Bullhead (2011), en el que confluían ganaderos, veterinarios, comerciantes de terneras, asesinatos de policías federales y más cosas tan ruidosas como estimulantes. Tres años más tarde, el director belga ha sido elegido por la 62 º edición del Festival de San Sebastián para tratar de ganar la Concha de Oro con el también thriller The Drop, traducido escolarmente para nuestro país como La Entrega. Y de entrada, la película ya cuenta con un plus (triste pero al fin y al cabo un plus), del que no puede presumir ningún otro filme: la última aparición de James Gandolfini, fallecido de forma repentina en Junio de 2013.
Y la trama nos presenta a Bob (Tom Hardy), un solitario camarero que, junto a su primo Marv (James Gandolfini), regenta un bar…que no es cualquier bar sino uno de aquellos utilizados por cierta mafia para la práctica de la entrega de sobres a través de una caja-barra. Al mismo tiempo que el protagonista se ve envuelto en una conspiración criminal en su local, se topará con un perturbado mental: el dueño del cachorro que ha encontrado malherido en un cubo de basura.
Roskam nos propone una vuelta a las esencias del «cine noir» en un thriller más negro y oscuro que el hollín. Pero si el juego propuesto está sujeto por nudos sólidos y convincentes en el guión adaptado del relato corto de Dennis Lehane, son las actuaciones de sus protagonistas las que aúpan del todo al filme. Si James Gandolfini está, como siempre, convincente y vigoroso (a pesar de que resulta muy difícil dejar de verlo con el poder inherente e incontestable de Tony Soprano), es Tom Hardy, con su excelente y nada fácil interpretación (sobre todo en los minutos finales), la estrella que más y mejor ilumina todo el perímetro opaco de la película. Tampoco se quedan cortos, aunque «comidos» por los otros dos monstruos, el perturbado Matthias Schoenaerts y la eléctrica Noomi Rapace, una actriz que, lejos de tener ojos de cuidar perritos, tiene cara de no llevarse bien con el destino.
Nos encontramos, como si de un Otto Preminger se tratase, ante todo un juego tenebroso, de silencios habladores e interiores tan abrasadores como claustrofóbicos, en el que las claves para entender la partida las ha de situar el espectador en cada escena, incluso en cada plano. Es ahí, donde converge cada rostro -sobre todo hay que insistir en el de un superior Hardy- en su propio contexto de tensión dramática y es también cuando percibimos que, lejos de querer limpiarnos las manchas de carbón por las mejillas, disfrutaremos siendo partícipes de embetunarnos los ojos y mofletes de tizne inteligente.
Y curiosamente es al final, cuando las luces reviven también en la sala, cuando nos damos cuenta que lo contado y sentido en esa hora y cuarenta minutos nos ha gustado. Roskam, con el salvavidas dramático que le ofrece un Tom Hardy en estado de gracia y con la nostalgia como propina de asistir al adiós de Gandolfini, logra retener el interés y tensión necesarias solícitas en la trama. The Drop es una de las mejores elecciones en cartelera, una vez haya pasado por el cartel del siempre cotizado Festival de San Sebastián. Es probable que no te asombre ni te conmueva, pero es seguro que no te decepcionará.
Puntuación Ránking Apetece Cine: 6,9
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