Jun 29, 2015 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Conducir debería ser algo más interesante y divertido…
Tras una serie de trabajos en los que ya apuntaba sus maneras, podemos afirmar en perspectiva, que el salto en bomba definitivo que consagró a la cineasta catalana Isabel Coixet, fue su película Mi vida sin mí (2003), esa historia que, con un formidable elenco capitaneado por la joven Sarah Polley, narraba la dura existencia dentro de una caravana a las afueras de Vancouver. Tras cosechar un sinfín de halagos Coixet siguió brindando obras con su ADN, capaz de plantearnos las cuestiones más básicas de nuestra existencia en la emotiva historia dentro de una plataforma petrolífera como ocurre en La vida secreta de las palabras (2005), o logrando aunar muerte y amor en Mapa de los sonidos de Tokyo (2009). Con un año de retraso desde su estreno en Estados Unidos, llega a nuestras salas Aprendiendo a conducir el penúltimo trabajo de la Coixet, la cual vuelve a recurrir a la participación de actores internacionales.
Sarah Kernochan escribe el guión que nos presenta a Wendy (Patricia Clarkson) como gran protagonista. Ella es una escritora de Manhattan, ya cincuentona, que decide de una vez por todas sacarse el permiso de conducir. Con tal propósito, toma clases con alguien que ha conocido de casualidad, Darwan (Ben Kingsley), un refugiado político hindú perteneciente a la casta sij y que en Nueva York se gana el pan impartiendo clases de autoescuela y haciendo circular su taxi.
No hay mucho que moleste en esta historia sencilla, liviana y con una elasticidad mucho más apreciable que, de entrada, uno podría figurarse. Pero también es cierto que dentro de esa especie de aureola en la que parece flotar el film, dentro de ese sistema de juego defensivo y amparado por un guión sin excesivos sobresaltos, no hay muchos caramelos en forma de recompensa para un espectador que podría aburrirse lícitamente en las continuas sesiones al volante que transitan por el filme. La ternura, el encanto, la tenacidad, la identidad y sobre todo la autoestima son los temas puntales expuestos de manera correcta en la cinta pero sin adorno alguno interpuesto por Coixet, en un envoltorio de cartón blando y de olor algo torrado en este tipo de historias archi-contadas.
Y dentro de esa buena intención que persigue la cinta pero flácido rendimiento, sí que sujetan al conjunto la pegada de dos excelentes actores como una Patricia Clarkson derrochadora de un amplio abano de sentimientos y de un siempre seguro de vida Ben Kingsley, que en esta ocasión fuerza -quizá demasiado- su caracterización y acento como un verdadero hindú obligado a sobrevivir en el barrio de Queens. Las miradas recogidas entre ambos y la mutua complicidad de esta pareja protagonista, logra sí más no que el producto pueda consolidarse más en un aprobado raspado que en un suspenso al que podríamos bautizar «cuatro coma algo».
Aprendiendo a conducir no es una película desechable en su esencia, ni tampoco es ni de lejos la peor que haya realizado hasta la fecha Isabel Coixet, pero falla con la suficiente consideración en su resultado final, un destino al que llega con cierto encanto, pero con demasiados semáforos por el camino que le dificultan meter una cuarta y quinta marcha a su metraje capaces de haberla hecha más amena y veloz para el espectador. Si decides inmiscuirte por vez primera en el trabajo de la realizadora catalana no sería esta la primera película a recomendar arduamente.
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