Nov 15, 2012 Dani Arrébola Críticas 0
Por Natalia Rubio
Olivier Dahan, director de La vida en rosa (La Môme, La vie en rose), no dejó nada al azar antes de empezar a rodar. Tenía una historia potente entre sus manos: la turbulenta y trágica vida de la cantante francesa Édith Piaf. Pero jugaba con el peligro que esta cinta se acabara convirtiendo en carne de melodrama barato, con la única intención de atraer al público más morboso y sensacionalista.
Dahan consiguió que Marion Cotillard protagonizara la película. Cuidó al detalle la caracterización, la banda sonora, la fotografía, los distintos escenarios para rodar y escribió el guión desde la admiración y el respeto. Le faltó sorprendernos más en algún momento de la trama y no quedarse con lo que todos conocemos de la vida de Piaf.
La joven Édith (Marion Cotillard) se dedica a cantar y vagabundear por las callejuelas de París. Allí es donde la descubre Louis Lepleé (Gérard Depardieu), un empresario que le prepara una audición en su club, y quien la bautiza como ‘la môme piaf’ (pequeño gorrión). Cuando Piaf canta por primera vez en el club, la mirada de Lepleé en primer plano muestra perfectamente lo que el espectador siente al oír y ver a Cotillard en plena acción. La actriz rompe el hielo y nos hace viajar, de Francia a Norte América y viceversa, para mostrarnos el lado más íntimo y oscuro de la cantante francesa.
Cotillard, merecedora del Oscar a Mejor Actriz en 2008 por su papel protagonista en la cinta, consigue ponerse en la piel de ‘el gorrión’ de París. No solo se conforma con ir maquillada y peinada como ella, se mueve y se siente ella. Nos damos cuenta que estamos ante una soberbia y arrolladora interpretación cuando, a medida que avanza la película, nos creemos tanto la Piaf jovencita como la Piaf en sus años de decadencia física. La vida en rosa nos da a conocer la Édith niña, adolescente, mujer y asombrosa artista que fue, a través de saltos en el tiempo y continuos flashbacks que, a veces, son excesivos y desubican y despistan al espectador.
La película hace un guiño al cine y a la literatura clásica. La frase “¡Yo canto como hablo!”, la dice una Piaf desquiciada, por la presión a la que se ve sometida, a su profesor de canto Raymond Asso (Marc Barbé), quien aspira a convertirla en una estrella. Esta escena recuerda las dramáticas broncas entre la florista callejera Eliza Doolittle (Audrey Hepburn) y el Sr. Higgins (Rex Harrison), el profesor de fonética que acepta el reto de convertirla en una chica de la alta sociedad en My fair lady (1956), basada en la obra de teatro Pigmalión de George Bernard Shaw.
Muy a mi pesar, La vida en rosa no consigue alejarse de los típicos biopics y continúa estando en la larga lista de películas biográficas. Es muy difícil que, durante los 140 minutos que dura la cinta, Cotillard tire siempre del carro y la convierta en inolvidable, al igual que hace con su interpretación.
Puntuación Ránking Apetece Cine: 6,7
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