Feb 27, 2013 Dani Arrébola Columnas de Opinión 0
Todavía podemos ver en los medios los ecos de los Oscar –la universal fiesta del cine-, y aun no se nos ha borrado de la retina el desfile de señoras bellísimas ataviadas con vestidos deslumbrantes –prestados por las más famosas firmas-, de galanes atractivos, de jóvenes promesas e invitados de todas las edades y colores. Y, por supuesto, cómo olvidar el brillo de las soñadas estatuillas en manos de los emocionados, felices, a veces sorprendidos ganadores; que de todo ha habido.
Y es que en la veintena de premios principales hemos encontrado resultados esperados, discutibles, curiosos y hasta asombrosos. Que Daniel Day-Lewis alzara su tercer Oscar entraba en todas las quinielas; que Amor –posiblemente la película de mayor calidad de la reunión- ganara, al menos, el galardón a la mejor producción de habla no inglesa, también. Incluso Argo, a pesar de que su director, Ben Affleck, no estuviera nominado, era la favorita para el premio grande, y vimos cómo se cumplía la previsión. Pero ha habido otras notas destacadas; la primera, la ausencia de una ganadora clara: los Oscar principales se han repartido tanto, que han correspondido cada uno a una película distinta. Tras Argo, Ang Lee se ha llevado el de mejor director, por La vida de Pi; y tras Day-Lewis –por Lincoln-, los restantes Oscar de interpretación han sido para Jennifer Lawrence –El lado bueno de las cosas-, Anne Hathaway –Los miserables– y Christoph Waltz –Django desencadenado-. Tamaña dispersión no se había dado nunca, que yo recuerde. Los guiones premiados han sido los de Chris Terrio, por Argo, yQuentin Tarantino –ahí se acaban las glorias para Django-, y en los premios técnicos aparecen otras candidatas: Skyfall, La noche más oscura y Anna Karenina.
Precisamente el Oscar a esta película puede iniciar el capítulo de injusticias. Que no se haya premiado el trabajo de Paco Delgado por su diseño de vestuario de Los miserables es algo que clama al cielo; no hace falta insistir más y además ya no tiene arreglo, pero los académicos tienen que haber estado poco atentos –o más atentos a otras consideraciones- para no valorar la categoría artística del trabajo de Delgado. Y otro tanto cabría decir del premio a la actriz protagonista, que Jennifer Lawrence le ha “robado” a Emmanuelle Riva. ¿Por qué se premia una interpretación nada extraordinaria de una jovencita con toda su carrera por delante antes que el deslumbrante trabajo de una dama de la pantalla que ya no va a hacer más películas?
Reconozco que estas son preguntas retóricas, que no necesitan respuesta. La política, los grupos de presión mandan en la Academia. Y las ganas de premiar –pegue o no pegue-, y la influencia del todopoderoso Harvey Weinstein, y la tendencia de los premios anteriores, que parece que es obligado seguir; por ejemplo: ¿el tema de Skyfall-con o sin Adele- es mejor que los de Los miserables o La vida de Pi? Sinceramente, a mí me parece que no. Pero este año había que repartir: las músicas, para Skyfall y La vida de Pi; los premios de sonido, para La noche más oscura –que si no, se queda sin Oscar- y Los miserables; y así sucesivamente.
Las películas de Ang Lee, Spielberg y Hooper aun consiguieron alguna estatuilla más; pero títulos importantes como El vuelo, The Master, Hitchcock, Prometheus, Bestias del sur salvaje y El Hobbit se han ido de vacío. El fracaso relativo de Lincoln y Django desencadenado, y el más evidente de La noche más oscura no hace sino reafirmar que la Academia rehúye todo lo que puede premiar a Spielberg, que no acaba de tomarse en serio a Tarantino y que no aprecia que algunos procedimientos de la política internacional americana se vean revelados con toda su crudeza. Parte del reconocimiento a Argo, aparte de su evidente calidad, quizá se deba también a ese aspecto relativamente triunfalista de homenaje a los servicios secretos patrios; en colaboración con el mismo Hollywood, para más abundancia.
Y llega, por fin, el momento de hacer caja. Poco o mucho, todos se considerarán ganadores y para algunos títulos recomenzará una carrera comercial que buscará la mayor rentabilidad posible. Pasó la noche del glamour, de la emoción y del arte. Ahora se mueve la industria, llega la hora del negocio.
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