Sep 23, 2016 Dani Arrébola Festivales, San Sebastián 2016 0
Por Dani Arrébola
Perlas bajo la lluvia y el Sol donostiarra
A toda bala y en piezas de pólvora disparada a quemarropa, os dejo mis impresiones sobre las perlas vistas y que me faltaban por comentar en este Festival de San Sebastián 2016:
ELLE: Toda película de Verhoeven deja cierto poso, unas más que otras, pero en cada una de ellas podemos extraer cierto nutriente emocional como chute en esta vida, cosa que en los tiempos de tanto farsante intelectual ya se puede considerar un regalo. Elle, que Verhoeven presenta en la maravillosa sección de Perlas, no es ninguna excepción en la filmografía del veterano cineasta holandés que antaño nos regaló tras la cámara el metal de Robocop o el cruce de piernas más famoso del cine con el que Sharon Stone dejó su impronta eterna en el celuloide. Elle, a pesar de su escueto y aterciopelado título, posee una piel áspera y porta un columpio entre el drama y lo irreal que casi siempre funciona en sus dos horas hermosotas de metraje. Buena culpa de que toda manija sea precisa la tiene la actriz francesa Isabelle Huppert (que TRIpite en esta edición de San Sebastián), quien con su rostro acalorado nos la creemos desde el saque de honor del partido, y que tras sus expresivos ojos es capaz de aguantar brutales violaciones físicas y morales con un sadomasoquismo estoico si más no impactante. Verhoeven nos propone su juego y nosotros tiramos los dados con gusto. En Elle fluye el deseo carnal y moral, el status deliberante y decisorio de una familia estigmatizada por la sangre que corre por sus venas y que sabemos de entrada salpica también el condenado padre y asesino de su protagonista. Y todo ese coágulo expresivo se muestra tras el prisma de un director inteligente capaz de servir su ajuar particular en cada fotograma.
DESPUÉS DE LA TORMENTA: Y en todo un seguro de vida se ha convertido Hirokazu Kore-eda. El cineasta japonés, y como le gusta decir a mi amigo Oti Rodríguez Marchante, «siempre está bien, salvo cuando está muy bien». Y muy bien filma el director nipón la intimidad de una familia humilde en lo económico pero rica en el sentimiento. La llegada de uno de los muchos tifones que ventiscan por el lejano oriente, obligará a un escritor desilusionado a pasar la noche en casa de su madre, con su ex esposa y con el hijo de ambos, en la que a todos les dará tiempo a volver a encontrarse no solamente entre ellos sino también consigo mismos. Kore-eda nos brinda otra película de dos horas que se ve como si a uno le estuvieran masajeando la espalda. Cada respiro y silencio cuenta y suma en un nuevo retrato del poder del amor fraternal por encima del pasional, de la pérdida y compañía y sobre todo, de la toma de decisiones y las respectivas consecuencias que las mismas conllevan. Imperdible joya del director nacido en Tokyo, al nivel -o incluso un escalón por encima- de sus compañeras Perlas que conforman la más nutritiva y elegante sección en Donosti.
TONI ERDMANN: Maren Ade tan sólo tiene 39 años, pero cualquiera que vea y contemple esta su tercera obra, Toni Erdmann, coincidirá en que estamos ante una de las cineastas más prometedoras de las siguientes décadas. Bajo el seudónimo del que se alimenta el título, se encuentra la piel del actor Peter Simonischek, un hombre que vive – y se desvive- por la broma y sus disfraces que incorpora siempre a la hora de entablarse en la mandíbula una dentadura postiza. La cosa iría de un simple adulto loco, si no fuera porque Toni Erdmann se inmiscuye de forma crónica en la vida de su hija Ines, una joven diligente empleada en una empresa alemana con sede en Bucarest. La extraña pareja, acarreará un sinfín de extraños contextos y situaciones en los que no solamente Ines encontrará el camino hacia la felicidad en las distintas pieles de su padre sino que el espectador se sorprenderá de acompañarles en tan imprevisible sendero con una sonrisa en la cara y perenne en sus casi tres horas de metraje. Por algo ganó el Fipresci de la crítica en Cannes y por algo Toni Erdmann ha sido elegida como representante alemana en la carrera hacia los Oscars: la cinta alemana es un auténtico caramelo con sabor dulce y perpetuo desde la apertura de su envoltorio, la gran sorpresa para bien del festival y una de esas películas a las que recurrir constantemente en cualquier charla curiosa y atrevida sobre el séptimo arte.
YO, DANIEL BLAKE: Se esperaba no con ansia pero sí con mucha inquietud, Yo, Daniel Blake, el último trabajo de todo un mito como Ken Loach que aquí llegaba con el laurel más prestigioso que cualquier película puede lograr, que no es otro que la Palma de Oro de Cannes. Más cruda que de costumbre en su filmografía pero portadora de la misma esencia de denuncia social hacia el sistema, en esta ocasión, hacia la administración y burocracia británica que impide a un hombre viudo, cincuentón y aquejado del corazón, a obtener su derecho al subsidio por paro. Contada sin estridencias ni sensiblería, tan destacable es la habilidad del veterano cineasta inglés como la generosidad y empeño que le pone su protagonista, un semi-desconocido Dave Johns, al que todos quisiéramos abrazar a lo largo de la hora y media de metraje. Cuando el espectador asiste impotente a la injusticia tan real como el aire que respiramos, se le queda el cuerpo derrumbado por todo el día, la película en sus entrañas y le sale el aplauso justo al jurado de Cannes por haberla premiado (y al equipo de San Sebastián por haberla traído) sin temor a los vociferios de esa crítica que le parece mal que Ken Loach no sea Ken Weeresethalouch…vamos que le parece mal que Ken Loach siga repitiéndonos sus tan geniales como imprescindibles películas una y otra vez.
EL PORVENIR: No comparto el entusiasmo mayoritario que ha causado El porvenir, la película en la selección de Perlas dirigida por la gala Mia Hansen-Love. Y no lo comparto porque a pesar de la elegancia magnética que siempre trasluce por la pantalla cuando por la misma se pasea Isabelle Huppert, la historia de esta profesora de literatura sesenteañera, bien puede ser un cubo Rubik incapaz de montar toda una cara de un color, por más vericuetos, atajos y curveos que el filme disponga. Su arranque mantiene el interés, y el tono fácil y ligero le confiere a la película una oportunidad para amigarse de la misma desde el primer minuto; mas no obstante, nunca queda del todo claro qué soledad es la que a uno le están contando, si la de una mujer en crisis vital que es incapaz de desprenderse del gato heredado por su madre a pesar de sufrir alergia a su piel, o la del vacío de un espectador que bien puede salir del filme con cara de parkímetro. No discuto las buenas intenciones de una película que quiere explicar y nutrir al espectador de muchas preguntas y respuestas…pero sí merece un interrogante mayúsculo el camino tan deshilachado del que Hansen-Love se ha servido para explicarnos tanta inquietud filosófica.
VERANO EN BROOKLYN (LITTLE MEN): Y precisamente la Perla, aquí Perlita, más desapercibida y pequeña de la sección es una de las que más me han gustado. El cineasta americano Ira Sachs dirige sin freno alguno y con mucha inteligencia una cinta que narra la amistad encontrada entre dos chavales en Brooklyn que corre el riesgo de ser destrozada por sus respectivos padres a causa de un arrendamiento comercial. Nada es gratuito y fortuito en cada escena que parecemos contemplar con la luz tenue y masticar con sumo cuidado a través de la mirada perdida de un chico ensimismado en su videoconsola y en su nuevo amigo. Sachs nos brinda un lienzo tan austero en su forma como elegante y rico en su desarrollo, patinete en mano circulando o salchicha en la boca cenando. Estamos ante una película de «asfalto», tangible y decisoria como los dilemas más cotidianos que cualquier común de los mortales puede hacer frente alguna vez en su vida. No es tanto la decisión en sí sino más bien el momento de decidir lo que esta pequeña gema te quiere contar y te cuenta de manera efectiva y precisa en sus 85 sustanciosos minutos. Verano en Brooklyn o Little men es altamente recomendable para identificarse y vislumbrarse tanto de niño como de adulto.
HISTORIA DE UNA PASIÓN: Y aunque no esté incluida como perla, creo merece la pena contar el estreno en la pista competitiva de la sección Zabaltegi, que hasta el presente año servía como un buen escaparate de películas curiosas e interesantes las cuales no necesitaban aporrearse entre ellas para llevarse el gato al agua. No sabemos si al jurado le habrá maravillado Historia de una pasión, el último trabajo del veterano Terence Davies, pero de lo que sí doy fe es que a este humilde servidor que escribe estas líneas, la vida de la excelente poetisa Emily Dickinson por la que transcurre el film, le ha dejado bastante frío, sombrío e indiferente…una de las peores sensaciones que cualquier película puede causar. El problema no radica en la generosa interpretación de Cynthia Nixon, sino más bien que la carne en la que ésta se aprieta no presenta ningún rasgo de emoción y empatía con un espectador que querrá taparse con la manta y apagar la luz en la casa de los Dickinson durante buena parte del metraje. El padecer y la ortodoxia moral y religiosa en la que Davies se empeña en mostrar, borra cualquier atisbo de la emoción honda que radica (o podría radicar) en cada uno de los versos de esa mujer atormentada por la soledad amorosa y por el excesivo tiempo libre que toda familia de bien en la América del siglo XIX poseía. Y es que más que la impresión da la convicción que la vida de esta célebre poetisa debió de ser algo más dinámica y caramelizada de lo que fílmicamente se nos ha mostrado en las densas dos horas que Davies nos ha ¿regalado?
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