Sep 21, 2016 Dani Arrébola Festivales, San Sebastián 2016 0
Por Dani Arrébola
¡Una de monstruos y dos de gigantes y la cuenta por favor!
Será que a los monstruos y gigantes no les gusta la fina lluvia y la atmósfera grisácea de San Sebastián, pero lo cierto es que justo al salir el Sol se han dado cita la simpática y bobalicona criatura que crea Nacho Vigalondo en Colossal y el imponente y «curativo» súper árbol que da alma y esencia en la voz de Liam Neeson al último trabajo de Bayona, que adapta la famosa novela de Patrick Ness, Un monstruo viene a verme. Será cuestión de gustos, inquietudes y sensibilidades, o quizá de la metralla de gigantes, ogros y súpercriaturas que se nos han ofrecido como self service de estrenos en el presente año (cuya cuenta ya he pedido y perdido), pero lo cierto es que el que escribe se muestra muy alejado de este mundillo de películas en las que «a priori» lo fantástico ha de conmoverte y emocionarte mucho más que lo tangible y real.
Respeto las intenciones de dos geniales cineastas, porque Vigalondo y Bayona han demostrado ser dos «criaturas» ingeniosas y nutritivas de ese otro cine que va más allá de la mera narrativa, pero no logro encontrar las profundas emociones ni, sobre todo en el caso del segundo, la llantera y el berrinche humano que ha sentido buena parte de los compañeros y amigos con los que uno come, charla, ríe y se pasea por esta preciosa ciudad. En Colossal a uno no le molesta el chiqui-chiqui de la Hathaway interactuando con ese grandioso godzilla de Seúl, sino más bien entender qué quiere y qué no quiere contarnos el antaño excelente cortometrajista cántabro, más allá del baile de gestos corporales en el diccionario Hathaway-Monstruo, Monstruo-Hathaway. Tampoco son gratuitas las tres historias excelentemente plasmadas en ilustraciones y animaciones de ese mágico árbol curativo que evade de locura y entretenimiento a un niño cuya convivencia con su abuela -una fantasmal Sigourney Weaver– no le resulta una excelente compañía; pero el camino y la senda por la que se mueve esta adaptación literaria debería ponernos la piel de gallina cuando vemos a una maternal Felicity Jones terminal de cáncer, y si rascas lo que a uno puede ponerle es la piel un tanto irritada ante tanta lágrima estándar y rutinaria.
Y podríamos decir lo mismo del sueco Johanes Nyholm y su The giant, otro gigante que se cuela en la sección oficial de más estatura que se recuerda en años, pero para que agigantarnos en palabras pudiendo escribir en minúsculas las emociones que transmite el siempre seguro y magnético cineasta francés François Ozon. Con Frantz, Ozon te engancha, te pilla y te remata con un romance ambientado en la Alemania post Primera Guerra Mundial, en la que Paula Beer y Pierre Niney seducen a través de susurros, miradas y recuerdos, la historia de aquél que da nombre al título, tan prometido y amado por una como querido e íntimo del otro. Todo está medido y contado con delicadeza en el montaje en blanco y negro -con instantes en color para las preguntas de cada espectador- y por la cabeza de Ozon no baila nada que no sea buen gusto, belleza y un magnetismo hipnótico que te deja sellado poco a poco a la pantalla.
Y en las pantallas del Kursaal, del Principal, del Victoria Eugenia y del Trueba seguimos sellando nuestras emociones encontradas con un festival que siempre mueve el alma, entre risas y entre lloros, pero también entre personas y monstruos…
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