Ago 17, 2016 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Otra forma diferente de encajar el Tetris detectivesco
La productora y actriz barcelonesa Mar Targarona, ya demostró -aunque con cierta timidez- que también es capaz de auparse la cámara al hombro y ponerse al frente de la misma que, en el caso del séptimo arte, suele ser ponerse justo detrás de ésta. Con experiencia también en la dirección de capítulos televisivos para series como Abuela de verano (2005) o la tv-movie Ojo por ojo (2010) sobre el anarquismo en la ciudad Condal de principios del siglo XX, la cineasta estrena en pleno verano Secuestro, cuyo título imponente alimenta todo un thriller detectivesco de los que en nuestro país siempre deseamos rodar y de los que cada vez lo hacemos con mejor nota.
Claro está que esta nota es más fácil de convertirla en buena si por la gran pantalla se sirve de un elenco artístico capitaneado por Blanca Portillo, una actriz fuera de serie ya sea en comedia o drama…o dramón. Portillo es Patricia, una prestigiosa abogada cuya vida da un buen vuelco cuando secuestran a su hijo de 8 años y sordomudo Víctor (Marc Domenech). Por suerte (¿o por desgracia?) el pequeño logra escapar de inmediato pero el shock de la situación y su dificultad para comunicarse con el detective encargado de la investigación (Antonio Dechent), enturbiaran cada vez más un asunto en el que el niño empieza a reconocer a un extraño sospechoso…y acarreará en la demanda de auxilio de Patricia a su ex-pareja con la que no se habla desde hace una década: todo un temible estibador de puerto encarnado por José Coronado.
El pulso y la garra se mantienen firmes a lo largo de la hora y cuarenta minutos de un metraje que se retroalimenta no solamente por sus generosas interpretaciones, sino también por sus sorprendentes cambios de ritmo y de giros en un género en el que siempre nos parece saber de antemano cada una de sus curvas y rotondas. El trabajo de Portillo toma oxígeno mientras su piel va mudando de la ley más férrea a la de una «Harry Sucia» que el espectador agradecerá en la misma medida que agradece el porte rudo y sereno pero cercano y bonachón de un convincente Antonio Dechent, lo más parecido a un Colombo que hemos tenido en las últimas décadas de nuestras pesquisas detectivescas. Y poco a poco alzaremos el pulgar -siempre hacia arriba- a medida que aprobemos los teoremas maquiavélicos del asunto, que incluyen las co-decisiones, el amor al prójimo, la verdad de las mentiras o las mentiras de la verdad.
Secuestro toma la forma en pleno verano de un refresco archi-conocido en sus averiguaciones policíacas y en sus atajos -en este caso atajoides- que se le hacen a la ley; no obstante el que se anime a ingerirla saboreará un aroma más perenne en el paladar que el que podría sospechar antes de sentarse en la butaca. Buena parte de esto último la tienen -por supuesto- dos seguros de vida como Blanca Portillo y José Coronado, pero ante y sobre todo, un gran porcentaje de culpa radica en la pericia y habilidad de Mar Targarona en descolocarnos el Tetris de piezas repetitivas en el género hasta un sorprendente final.
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