Dic 02, 2013 Dani Arrébola Mundo APTC 0
Por Anita Pies Fríos
La noche empezó con unas Voll Damms en la barra y el síndrome de los ojos locos a tutiplenti. Este trastorno típico de las fiestas culturales caracterizado por el frenesí de la mirada se agrava en el Moog debido a los espejos de su mini escenario, que permiten observar espectáculo y espectadores al mismo tiempo y hacen que servidora se acuerde de Guy Debord y otras cosas que no deberían venir a cuento un jueves por la noche. Para rebajar la tensión de tal fenómeno, alguien pinchó ese tema de los Isley Brothers que habla de cumplir fantasías entre las sábanas, y fue entonces cuando empecé a sentirme mejor y a convencerme de que aquél era el antro perfecto para la despedida de este loco programa de youtuvisión aunque las copas fueran un poco caras. “I love it when you call me Big Pop-pa” y cuando toda la People from Ibiza ahora residentes en Barcelona y rodalies se reúnen para una catarsis colectiva de este calibre.
Olía a emoción e intriga. Carlo Padial, el principal artífice del asunto, fue el primero en salir a escena con un monólogo del cual pudimos extraer un par de valiosos consejos a tener en cuenta cuando se trata de asistir a un Go, Ibiza, Go! en directo, que son: 1) En este show hay que beber. Todos a la vez, todos al mismo ritmo. Y 2) Si acabas de conocer a tu pareja no la traigas al Go, Ibiza, Go!, mejor llévatela al restaurante italiano de la esquina. La única pareja que puede venir aquí es la típica que tiene la complicidad de las de las películas de Bergman, que ya se han dicho todas las mierdas previamente. NO va a haber sexo esta noche si traes a tu acompañante aquí.
Y añado una advertencia personal: ven con un paquete de tiritas y un calzado que no te importe manchar.
«Go, Ibiza, Go! era un proyecto que presentamos a la televisión local de Barcelona, donde ya habíamos hecho otros. La idea era hacer un magazine juvenil llamado Go, Barna, Go! (…) Estaba pensado como una parodia de un programa de tendencias pero con un montón de fallos de realización, donde todo va mal, donde los presentadores son más mayores de lo que toca (…) Donde la gente no habla o dice muy pocas cosas en las entrevistas (…) Donde intentas romper las reglas clásicas del espectáculo con un tío que en un momento dado se enfrenta al público, o se tira, o que tiene un guión y se lo salta…” Carlo Padial.
Y sucedió tal cual. Dídac Alcaraz, antihéroe de la periferia, trovador de las redes sociales, antítesis del presentador glamouroso, condujo el show como a él le dio la gana, o eso nos hizo creer a los asistentes. Con una botella de whisky sobre la tarima, dilató la presentación de contenidos hasta límites insospechados e increpó a parte del público que no guardaba silencio y le impedía dar paso a los entrañables Aquacats. A medida que la función avanzaba, y mientras Carlo, desde la cabina de sonido, insistía en que el timing que llevaban era asombrosamente perfecto, una cuestión iba afincándose poco a poco en la mente de los allí presentes. ¡¿CUÁNTO HAY?! ¿Cuánto de carcajada y de incomodidad en este show? ¿Cuánto de persona y de personaje en Dídac? ¿Cuánto de guionizado y de improvisado en cada actuación?
El mágico fin de fiesta fue una especie de deconstrucción severa del Go, Ibiza, Go!, que paralelamente a su difusión vía Youtube se acabó llevando en directo a los escenarios de Madrid y Barcelona en recintos como el Nasti o el Teatreneu. Carlo Padial, Dídac Alcaraz y Carlos de Diego, más conocidos como Los Pioneros del Siglo XXI, quisieron terminar esta aventura en el punto en que aún fuese divertido, en un momento en que no tuvieran la sensación de forzar la máquina o de repetirse. Y esa noche no lo hicieron. Todo fueron sorpresas tostadas. Como el experimento de mantener una esvástica en el proyector durante quién sabe cuánto tiempo. Gritar el tema ¡Internet es Internet! como si de un himno satánico se tratase. Hacer malabares con micrófonos y botellas hasta más allá de lo permitido. Acompañar la sensibilidad vocal de Dídac con la maestría de Esteban Navarro a la pianola.
Los protagonistas nos contaron que el público se entrega más en Madrid. Que no hay que insistir para que griten ¡SUFFLÉ VARIADO! cada dos por tres. Tal vez nuestra hipermoderna y megasabionda ciudad no esté preparada para este tipo de ataques terroristas contra la risa. Para ver a Dídac arrastrándose por el suelo en una mezcla de slapstick, viaje astral y autolesión. Puede que los catalanes seamos más tímidos. O quizá estamos tan absortos pensando en nuestras propias creaciones que no queremos reconocer que formamos parte del drama. Que no nos permitimos reír un poco más alto ni del show ni de nosotros mismos. Que preferimos morir antes que admitir que no somos más que pillos y emprendehomeless.
En la conversación con Númerocero Padial afirmaba que para él Buñuel era un humorista en toda regla, y es que en cierto momento de la noche, mientras el público esperaba a que Dídac “arrancase”, creo que fuimos víctimas de una situación de encerrona y desconcierto no muy alejada de la de El ángel exterminador. En resumen, aquello fue un revolcarse en el terror y la guasa a partes iguales, una confesión de experiencias bochornosamente verosímiles, una serie de pausas agónicas entre contenidos del Windows Media Player y del Quicktime. Por supuesto también hubo una recopilación de las mejores caras de circunstancia de los invitados de los distintos programas, como Nacho Vigalondo, Miguel Noguera o Jordi Costa. Este último, periodista y crítico de cine, “un hombre de calle, un hombre de cultura”, fue el que acuñó el término del post humor y lo definió como ese «humor de chistes que no hacen gracia«, ese «humor llevado al límite que no provoca la carcajada sino la incomodidad«, que propone “una nueva esencia del fracaso o la inadaptación” y que finalmente lleva el género de la comedia “a un territorio de autorreflexión y regeneración que, en cualquier caso, sigue apuntando al caos, la destrucción y el desafío al orden (público) establecido.” [1] Y esto es lo que han venido practicando Los Pioneros desde que allá por 2010 colgaran el primer Go, Ibiza,Go! en la red, pasando por su largometraje Mi Loco Erasmus, su Little Secret Film y otras andanzas audiovisuales en las que también se distinguen unas señas de identidad estéticas bien conocidas ya por todos, como los cromas pésimos, los zooms atropellados, las torpezas del Final Cut y un solo micrófono de corbata para las entrevistas.
Tras presentar la última de éstas en primicia, la que le hicieron a Berto Romero para el último programa, y entonar la clásica purple rain del final de cada show, la fiesta siguió en la planta superior del local, donde una bola de discoteca giraba en el techo al ritmo de James Brown y Michael Jackson. Efectivamente nadie tuvo sexo aquella noche pero todos nos lo pasamos muy bien. Los Pioneros del Siglo XXI dicen que esto se acaba y Dídac afirma que no va a dar nietos a su madre pero nosotros confiamos en que volverán. Otro nombre, otro formato, the same pespunte.
Tenemos fe.
We keep hearin’ footsteps in the dark, baby.
[1] Jordi Costa (editor). Una Risa nueva. Posthumor, parodias y otras mutaciones de la comedia. Nausícaä. 2010.
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