Jul 22, 2014 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Metales fundidos
Versaba Pablo Neruda en su poema Si tú me olvidas algo así como si todo lo que existiera fueran «aromas, luz y metales». El director estadounidense Michael Bay, en su último trabajo le sobra lo primero, coge gramos del segundo término y exprime al máximo a los metales que aludía el poeta chileno. En esta saga (que ya van 4 y se presume interminable) el «Rey del Blockbuster» se ha centrado en otorgar un severo protagonismo a sus robots para que estos ocupen tres cuartas partes del larguísimo metraje en pantalla. Lejos queda ya aquel Bay que, pese a atreverse igualmente a filmar corpachones de películas como Pearl Harbor (2001) o Armageddon (1998), lograba licuar como pocos la siempre difícil mezcla de la acción trepidante combinada con personajes de carne y hueso y poco o nada acartonados, La Roca (1996) o Dos policías rebeldes (1995).
Transformers: La era de la extinción sitúa la trama tras la guerra ocurrida en Chicago entre humanos y robots. Parece que ya han desaparecido de la faz de la tierra tanto los autobots como los decepticons, pero todo cambia cuando Cade Yeager (Mark Wahlberg) que se gana la vida de mecánico inventor, se encuentra reparando un camión en su garaje y descubre sorprendido que esa chatarra es en realidad Optimus Prime el Autobot más buscado por las autoridades. Esta trama se irá fusionando poco a poco con la de los mandamases del nuevo orden del planeta. Estos intentan aprovechar todas las ventajas del nuevo metal descubierto el «transformio» para desarrollar nuevos y poderosos transformers, al servicio del Estado. Pero si no te queda clara la sinopsis tampoco importa mucho en una cinta que con el efecto visual de la metralla y el metal en pantalla, no necesita obsesionarse por contar un guión accesible y coherente.
Quizá la primera hora sea prometedora pero es tan cierto como afirmar que te lanza un gancho previsible y quizá menos aburrido que todo lo que viene después (hasta completar nada más y nada menos que 165 minutos de metraje). En ese arranque encontramos arquetipos comunes llevados hasta la extenuación como fórmula para un público que parece que se le sigue tratando en este tipo de secuelas ruidosas como si fuera un sujeto sin evolución alguna. El mayor ejemplo de todos estos clichés lo encontramos en el padre guaperas o forzudo (aquí Mark Wahlberg), viudo y protector con falsa rectitud a una hija que roza la mayoría de edad y que suele estar encarnada por alguna chica de muy buen ver, en este caso por la actriz Nicola Peltz.
Esas luchas emocionales que podrían darle a la cinta lo que necesita para respirar con tanto cacharro y metralla, no hacen más que alargar de forma innecesaria la trama y por consiguiente, hacerla caer en su pozo de pesadez buscado y merecido. La cinta va retorciéndose en demasiados giros que no hacen más que activar las lindes de alerta de jaquecas en un espectador que saldrá sudoroso y hastiado tras casi tres horas intentando encontrar algún respiro visual que le reconcilie con los humanos y los robots.
Transformers: La era de la extinción la digerimos como una nueva entrega más de una saga desgastada. Michael Bay certifica su cansancio para aportar nuevas ideas más allá de llenar de metales cada plano en la pantalla. Por todo ello, pero sobre todo por su extensa duración, no es ni de lejos la mejor recomendación donde acudir a gastarse el dinero este verano.
Puntuación Ránking Apetece Cine: 3,9
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