Abr 24, 2015 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Cómo pagarle un bocata a Emma Bunton con el dinero del Ministerio de Cultura
A Manuela Moreno la conocíamos hasta este momento por ser un nombre habitual en las industrias -aún injustamente menospreciadas- del videoclip publicitario y sobre todo del cortometraje, donde la realizadora murciana ha ido acumulando un número considerable de galardones. Tras una serie de títulos tan sugerentes (Camas, 2010), como salados (Pipas, 2013), la directora se atreve al fin a embarcar en el largometraje -y lo hace con el mismo aliento cómico- presentando su ópera prima y que se estrena en salas casi de forma simultánea que su bienvenida en el Festival de Málaga 2015. ¿El título? Pues, de entrada y como mínimo, no podemos decir que no tiene gancho: ¿Cómo sobrevivir a una despedida?.
Y para darle vida a esta alocada despedida, la propia Manuela Moreno escribe la historia con la ayuda de dos colaboradoras -mujeres, por supuesto- como son Susana López Rubio y Núria Valls. Y de este mejunje a seis manos surge una trama que nos presenta a un grupo de amigos compuesto por:Marta (Úrsula Corberó), Tania (Maria Hervás), Mateo (Brays Efre) y las hermanas Nora (Natalia de Molina) y Gisela (Celia de Molina). Ésta última es la más responsable del grupo, y seguramente por eso sea la única que esté casada…o esté a punto de serlo. Antes de que Gisela pase por el altar, el grupo de amigos decide organizarle un viaje a las Canarias para vivir juntos una despedida de soltera inolvidable. Y claro, fruto del carácter alocado inherente en cada uno del quinteto de amigos, surge toda una retahíla de locuras y despropósitos en el grupo que añadirá a la extrema diversión toda una lección de responsabilidad y aprendizaje emocional.
No es que resulte cómodo ni liberador derrochar todo un juicio de linchamientos y ejecuciones a un filme financiado por nuestro ministerio de Cultura y que arranca -desde su pistoletazo de salida- con una idea tan desacomplejada y nítida metida en la cabeza como es la recreación de un videoclip de las Spice Girls; pero es que es precisamente por todo esto, por estar pagada con parte del dinero de nuestros bolsillos y por no mostrar ingenio alguno en ese camino artístico sin complejos, por el que resulta extremadamente difícil no lamentar su vacuo efecto y padecer una vasta vergüenza ajena por su resultado, que es un intento de traspasar a la masa juvenil ibérica la fórmula exitosa del Resacón en las Vegas americano. Porque, así es, en efecto: la única sensación más obvia y triunfante que uno experimenta al concluir el filme es la del crujir del exquisito bocadillo que se habrá clavado la ex-Spice Girl (para los más olvidadizos, Emma era la rubia modosita que aparentaba ser la única virgen del grupo), a cambio de su fútil cameo en algunas escenas del filme. Un bocadillo, por cierto, que uno pude suponer que también habrá sido financiado con la pasta que quede en la partida de: Subvención Cultural.
¿Qué podemos, pues, salvar? Pues lo único que se me ocurre es la decente -que ya es mucho- y generosa solidaridad para con sus roles de un quinteto protagonista que parece ser el único acierto en el olfato de Manuela Moreno. De entre todos, destaca una actriz que ya demostró sus maneras como flamante revelación y ganadora del Goya en Vivir es fácil con los ojos cerrados, que, sin ser guapa es muy guapa y sin ser sexy es muy sexy -algo que cuesta un buen lingote de oro de encontrar por la gran pantalla. A la naturalidad -tanto estética como interior- de Natalia, algunos podrán ver el mismo efecto medicamentoso en su hermana ficticia y real Celia (que se estrena en el séptimo arte); en el joven Brays Efe en su papel de amigo gay, en este caso literal, de semi-chonas buenorras; en una venida del teatro y prometedora María Hervás como la sensible pesimista-fatalista del grupo y, seguramente, aunque en esta ocasión algo más forzada y artificiosa, en la más veterana pero igual de joven Úrsula Corberó. Sería este elenco, merece la pena reiterarlo, el único elemento de la despedida al que avisaríamos con tiempo antes de empezar a incendiar este barco lleno de bochorno y sandeces insípidas.
No creo que merezca la pena malgastar un sólo céntimo en Cómo sobrevivir a una despedida o sí…la decisión al fin y al cabo es de cada quien, pero el que avisa no es traidor y, más allá de encontrar tics en pantalla de prometedoras actrices de nuestra industria, ni siquiera los que les importe tres pepinos aquellas leyes básicas de la calidad estético-artística, lograrán ser capaces de extraer petróleo provechoso de un intento fracasado por intentar hacer gracia con un grupeto de mujeres sin complejos.
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