Ene 28, 2016 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
¡Levántate del ring que estamos ante otro asalto de lágrimas!
Es verdad que la primera…pues eso es la primera, una evidencia que se suele imponer en el mundo de las sagas fílmicas, pero es que el resto de las películas de Rocky -la revancha de la 2, el Eye of the Tiger de la 3, la irrupción del monstruoso Ivan Drago de la 4…- siguen resistiendo al paso del tiempo y manteniéndose igual de entretenidas que aquella primera entrega, la obra maestra que se llevó por méritos propios el Oscar a la mejor película en 1976. Existían dudas fundadas acerca de si valía la pena seguir exponiendo en el plasma y enfundando en los guantes a Stallone tras el imperdonable paso de las décadas, pero si la apuesta salió redonda en la predecesora y excelente Rocky Balboa, en esta Creed.La leyenda de Rocky dirigida por el sorprendente Ryan Coogler (y que en la cuenta de la saga supone ya la número 7) el resultado es igual o más fructífero para el renacer de una saga que, no obstante, jamás murió.
Claro está que el tío Sly ya no puede pelear. Ni tiene edad para entrenar ni «se dedica a ello» desde que perdió a su inseparable Adrian (Talia Shire fue de los mejores aciertos de la saga) y regenta su propio restaurante bautizado con el nombre de su difunta esposa. Pero pronto encontrará una enorme utilidad a su irremediable papel secundario -que por cierto le ha sido recompensado con una nominación y, veremos, si estatuilla dorada de la Academia- cuando se tope con un joven (Michael B.Jordan), que responde al nombre de Adonis Johnson, pero que se reserva un apellido que por sí solo representa media vida y tres cuartos del legado de Rocky: Creed. En efecto, Adonis es el hijo ilegítimo del ex-campeón Apollo, el gran e inolvidable rival de Rocky y luego inseparable amigo hasta que el puño de Drago se cruzó por el camino. Y claro, Adonis, que es igual de cazurro y aguerrido que fue su padre, renuncia a «una buena vida» para convertirse en el mismo campeón que porta inherente la sangre del apellido Creed. Y se pregunta Adonis ¿Quién podría entrenarme mejor que Rocky Balboa? Y éste…¿Aceptará?
Y antes de que el árbitro cuente hasta diez, nos levantamos del ring porque estamos ante otro asalto de lágrimas en esta séptima entrega de Rocky. El espectador más fanático de la saga puede emocionarse y se emocionará mientras contemple al Stallone más humano y vuelva a esa Philadelphia de la primera, donde la bola negra anti-estrés sigue tambaleándose en las manos del boxeador mientras éste le explica a su discípulo de la costa oeste qué representan los caballitos de las motos animadas por esta ciudad. Con el mismo desarrollo in crescendo que sus predecesoras, en esta entrega se vuelve a incluir la loa al esfuerzo, a la autoestima y al cariño formativo y familiar presente en toda la saga, pero además presumimos las rendijas que traspasan los últimos rayos de luz de una lección de cine que prepara su mano para hacer el gesto de despedida.
Creed.La Leyenda de Rocky no defraudará ni una libra de peso a los que ansían este retorno del púgil más famoso del séptimo arte. Completa todo el círculo. Lucha incesantemente por todo el cuadrilátero. Y conserva todos los ingredientes para la lágrima, incluida una composición musical que a pesar de citar en los créditos a Ludwig Göransson, brindan una vez más las palpitantes y conmovedoras notas de Bill Conti. Por supuesto, ¡Id a verla!
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