Sep 19, 2021 Dani Arrébola Críticas, Festivales, San Sebastián 2021 0
Por Dani Arrébola
La báscula precisa de Bardem y Aranoa
No deben de pesar lo mismo Javier Bardem y Fernando León de Aranoa, aunque por ahí andarán. Desde luego no les hace falta equilibrar la balanza en kilos cuando la equilibran en química, credibilidad y entretenimiento en la pantalla. El buen patrón tiene todo lo que una película necesita para ser bien recibida no solo por los críticos (profesión de la que tenemos asumida resulta hoy en día estéril para el ánimo o desánimo del público) sino por los jueces que de verdad han de recibirla bien: los espectadores.
Bardem borda al personaje del señor Blanco, una especie de Amancio Ortega con un imperio de básculas a distribución nacional e internacional. ¿Su obsesión? Que el trabajo en el día a día raye a la misma perfección que las de sus medidores. Por eso esas regañinas a su guardajurado (un conciso Fernando Albizu) cada vez que al entrar por la puerta principal de la fábrica ve desequilibrada una balanza; por eso ese ceño fruncido cuando ve a sus compañeros de trabajo y amigos despistados con sus líos familiares (impecable Manolo Solo como mano derecha del jefe); por eso la irritación in crescendo cuando asiste impotente a la acampada con megáfono incluido que le prepara un trabajador afectado por un ERTE y, por eso, su propia saliva mal tragada, su particular tierra trágame cuando se acuesta con la nueva becaria que resulta ser la última persona con la que debería acostarse un buen patrón.
Aranoa, apoyado en la creíble y vigorosa interpretación de Bardem, imprime un ritmo de acción al filme en el que logrará que nadie mire su reloj ni, mucho menos, bostece por las dos horas de vericuetos por ese polígono. Las dudas quizás puedan surgir por las entrañas de los propios temas a los que suponemos quieren teclear el binomio cineasta-actor: ¿Es esta una película pro-obrera o pro-empresarios? Podemos encontrar argumentos que avalen las dos posiciones. Por ejemplo, al patrón dan ganas de abrazarle en cada plano y hasta entendemos con la mayor de las empatías cada una de las decisiones que toma cuando la paciencia rebosa el límite; por el contrario, si alguien aspira a ser mucho más que una carga en la balanza para el jefe, se topará con la hipocresía propia de su cargo y es que difícilmente una persona en sus cabales se traga el discurso de que «en Básculas Blanco todos somos una familia».
El sometimiento, el maquiavelismo, la ética del poder, los beneficios laborales a consecuencia de los sexuales, la llamada ‘multiculturalidad’ en el personaje de un empleado árabe y hasta el duelo por la muerte conforman todo un abano de temas que se pasean por las fábricas de las básculas Blanco al peso preciso del espectador en su butaca.
PD: No sé si se dice lo suficiente pero yo lo dejo escrito por aquí: ¡qué actorazo es Manolo Solo!, uno de los secundarios más en forma de nuestro cine y todo un caramelito de menta cada vez que aparece por pantalla.
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