Dic 12, 2016 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Un faro con luz algo artificial
Nos quedó bien claro con el film Entrelobos (2010) que Gerardo Olivares viene a ser algo así como nuestro Jean-Jacques Annaud, es decir nuestro amigo ¿Félix? de los animales por la gran pantalla. En su último trabajo, El faro de las orcas, que llega de estrenos en el siempre mes competitivo de Diciembre, se sirve esta vez del inmenso océano para dar oxígeno a otro inmenso animal como la orca y, de propina, oxigenarnos (o intentarlo) a todos con la siempre preciada presencia de Doña Maribel Verdú.
Y extraído el guión de la novela de Roberto Bubas, la trama nos sitúa en la alejada y confinada Patagonia, donde Lola (Maribel Verdú) y su hijo de ocho años Tristán, llegan al faro al que está destinado Beto (Joaquín Furriel), un guardafauna con un carácter bastante difícil para el trato humano pero extremadamente sensible con las orcas con las que se relaciona y que se presentan en tan retirado lugar. Precisamente el motivo de la visita de Lola no es otro que el de ratificar que las orcas son las únicas capaces de comprender a su hijo autista…pero entre el vasto océano y el imponente faro navegarán muchos más sentimientos.
No es cuestión de machacar en estas líneas el firme compromiso de Gerardo Olivares por el respeto a nuestra cada vez más añorada naturaleza y fauna, ni tampoco sería muy cabal realizar un juicio de cargo por las generosas interpretaciones de Furriel y Verdú (¡Una más Maribel, y ya hemos perdido la cuenta!), en el fin del mundo y sin cobertura donde nos ubicamos o, mejor dicho, nos desubicamos. Porque es justo ahí, en una ubicuidad forzada, donde radica el gran problema de esta historia cuyo faro siempre emite una luz artificial que nos provoca una irreparable ceguera de conexiones con sus protagonistas. No molesta lo que vemos en pantalla pero sí desespera. Todo el aroma extraído de ese confín del mundo huele a forzado y encajado a presión, como desgastado de ideas solventes y condenado a no saber muy bien si el género para este faro era un drama o más bien un apreciable y bienvenido documental. Respetamos y debemos hacerlo que una temática tan sensible como la del autismo tenga cabida en nuestro cine, pero seguramente la misma (y su relación fructífera con el mundo animal) queda demasiado difusa y borrada por ese amor emergente entre los protagonistas, que no sabemos muy bien cómo llega ni mucho menos cómo se va.
La postal de El faro de las orcas es exquisita y resulta siempre purificador envolverse en la belleza de la Patagonia, ese rincón perdido de todo eco y estridencia del planeta, pero en una cartelera donde abundan los buenos títulos y no tanto el dinero en los bolsillos, el espectador de forma diligente y justa, exigirá bastante más que una luz forzada y embelesada…quizás menos chicha narrativa insulsa y algo más de pieles luminosas de orca.
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