May 26, 2014 Dani Arrébola Críticas 0
Dir.: Olivier Dahan
Pro.: Arash Amel, Pierre-Ange Le Pogam Gui.: Arash Amel
Int.: Nicole Kidman, Tim Roth, Frank Langella, Paz Vega
La carrera del director y guionista francés Olivier Dahan se desarrolla con evidente personalidad, no carente de altibajos: ha hecho publicidad, videocreación y catorce películas entre cine y televisión; algunas relevantes internacionalmente –cinco se han estrenado en España- y una de gran éxito: La vida en rosa, la biografía de Edith Piaf que les valió sendos Oscar a Marion Cotillard y a sus maquilladores, además del Globo de Oro, el Cesar y un montón de premios más. Quizá esa renta ha llevado a los productores a encargarle un nuevo retrato personal de otra celebridad; en este caso, el de la carismática Grace Kelly, actriz y princesa. Un reto, en principio, apasionante.
Y nada fácil: la figura de Grace de Mónaco está, para siempre, demasiado cerca del papel cuché; y cualquier intento de llevarla al extremo de la desmitificación correría el peligro de dejarlo desprovisto de identidad. Por no hablar –en cuanto a dificultades- de la oposición de la familia Grimaldi, que ha estado a punto de echar a pique el proyecto. De inicio, el guion intenta sortear esa primera disyuntiva, desplegando la historia en torno a dos hechos, de muy distinta importancia, pero que convergen en la figura de la protagonista: la persona más admirada y recordada del pequeño estado monegasco. Tan pequeño que, al comienzo de la película, el coche que lleva a Alfred Hitchcock se detiene en una colina y el chofer le dice: “Señor Hitchcock, desde aquí puede usted ver todo Mónaco”. Y del primero de los dos acontecimientos que podrán cambiar la historia de la princesa y del país, tiene la culpa el maestro del suspense: llega para ofrecer a Grace el papel protagonista en su nueva película, Marnie. Una propuesta tan tentadora que no será fácilmente rechazada.
Hace seis años que Grace Kelly se casó con Rainiero III y dejó de ser actriz para ser princesa. Un papel lleno de obstáculos, con un guion no escrito, en un país –y un continente- extraño, con un idioma desconocido, permanentemente en el centro de todas las miradas y de todas las intrigas… Y en esos momentos, por añadidura, en medio de una crisis brutal: Mónaco está arruinado y la Francia de De Gaulle amenaza con terminar de ahogarlo, engullirlo y hacerlo desaparecer. El presidente francés quiere acabar con el paraíso fiscal monegasco –su principal fuente de ingresos-, y exige su término, clausura la frontera y hasta pone fecha a la invasión.
El papel de Grace será determinante en la resolución del conflicto; según la película, mediante su emotivo discurso en la Gala de la Cruz Roja celebrada en octubre de 1962. En cualquier caso, ahí se acaba el relato. Demasiado corto, seguramente: de no tratarse de una figura como la de la princesa de Mónaco, saldríamos del cine sin saber apenas nada de su vida; ni antes ni después de esos meses cruciales. Nada de su carrera en el cine, nada de su existencia posterior ni de su trágica desaparición. Además, el guion, como decía al principio, trata de mantener cierta equidistancia dramática entre el romanticismo rosa y la comedia humana; y lo que consigue es caer sucesivamente en ambos extremos sin conseguir ahondar en ninguno de los dos.
Olivier Dahan intenta compensar esa falta de brío haciendo evolucionar a su heroína en todos los instantes de la película; la sigue en cada uno de sus movimientos, cada escena gira en torno a ella, y hasta trata de penetrar en sus pensamientos en radicales primeros planos, aunque no todas las veces lo consigue. No es por culpa de Nicole Kidman; ella y Tim Roth –y la mayoría de los intérpretes- están perfectos en sus personajes, y también es correcta la ambientación –faltaría más- y la puesta en escena a través de una estupenda fotografía de Eric Gautier, colaborador habitual del director. El problema mayor de la obra es que no llega a emocionar –quizá tampoco lo pretenda- ni a interesar lo suficiente; por falta de profundidad; y también de extensión: al final, yo querría saber más de la vida de Su Alteza Serenísima la Princesa Grace de Mónaco.
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