JUEGO DE ARMAS

Sep 07, 2016 Dani Arrébola Críticas 0

¡Dame más munición que yo también disparo!

Paso a paso va haciéndose más serio el bueno de Todd Phillips desde que detrás de la cámara alcanzara el exitazo con su taquillazo de Resacón en las Vegas (2009), y adquiriera el carnet del desenfrenado por antonomasia -con tigre en la cama incluido y liberado-. Con el mismo desenfreno, pero con algo más de suspicacia y más sonrisas que risas, estrena ahora Juego de armas, que bien puede ser el título de un late show televisivo o de una serie medieval sustituyendo Berettas por espadas y coronas en alza, pero que resulta ser una historia real de contrabando de pólvora con acento yankee. Vamos, un gancho más que suficiente para al menos sentarse en la butaca.

Y el olor de la pólvora se perfuma en las carnes de dos jóvenes amigos de la infancia, los cuales vuelven a unir sus proyectos de vida conforme a su pasión: reclutar armas y venderlas en el mercado negro a los grandes clientes potenciales, incluido cómo no, el gobierno americano siempre ocupado en sus tan trascendentales e imprescindibles guerras a lo largo del globo terráqueo. Pero a David (Miles Teller) y a Efraim (Jonah Hill), que gracias a sus habilidades y artimañas en el negocio conseguirán rápido repartirse grandes billetes, las balas no les saldrán siempre gratis: se verán obligados a tratar con los mafiosos más peligrosos del mercado con tal de cerrar las ventas…y la vida.

A través de un montaje dinámico y de un generoso soundtrack en el que se incluye un ábano de éxitos que va desde 50 Cent a Leonard Cohen, Todd Phillips dota de latido propio a su munición de adrenalina, aliñada al toque Scorsese, resultando finalmente un producto de dos horas en el que por ninguna rendija ni minutejo mirás el reloj. Tanto Teller como Hill -que se pega a estos roles de oso-amigo-risotón com un traje de neopreno- conceden a sus interpretaciones la chispa precisa para que ésta sea capaz de arrancar una metralla que funciona. Quizás sea el rol de Ana de Armas -y no precisamente porque su apellido y el título no peguen con superglue- sino porque su personaje de novia preocupada por el devenir de su pareja resulta algo cojo e impostado en una trama que ametralla casi todo el olor varonil, aunque pese a todo, el rostro angelical de la actriz cubano-española sea siempre O2 en la pantalla y el que la contemple puede perdonarle todo.

Juego de armas no será el mejor chute eléctrico del año, pero sí que es un producto sin frenos y con precisión que termina por funcionar y del que el espectador sabrá extraerle y descargar sus virtudes siempre antes que sus vicios.