Abr 06, 2016 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Pedro 3.0
«Si no te vas, te voy a dar mi vida, si no te vas, vas a saber quién soy, vas a tener lo que muy pocas gentes, algo muy tuyo, mucho, mucho amor.» Suena Chavela Vargas despidiendo una nueva bienvenida de Pedro, que en principio se iba a titular «Silencio» pero que cambió a un sustantivo aún más imponente: Julieta. Y Julieta no es la musa de los espíritus de Fellini pero sí es la de otro cinéfilo con zigzagueos en su carrera pero al que no le podemos negar la buena cantidad de regalos puros, innatos, esenciales que nos ha aportado a nuestras retinas selladas de séptimo arte. Vuelve Pedro al drama tras su linchada comedia de altos vuelos, vuelve a un drama áspero, sin tanto oxígeno para la comedia a la que nos tenía acostumbrados en sus pioneros e inigualables trabajos, pero con las rendijas artísticas propias de su mundo. Y en el mismo, cómo no, se incluye a la mujer. Un diseño exclusivo del pensamiento femenino que gracias a la resucitada y siempre diva Emma Suárez y a través de los inocentes pero fogosos ojos de Adriana Ugarte capitanea una nueva generación Almodóvar: la de Pedro 3.0.
Ambas son Julieta. Adriana de antaño y en cuerpo joven y Emma en presente y en cuerpo curtido ya en los latidos y fastidios de la vida. Las dos se encarnan en el vestido hilado que Pedro Almodóvar adapta a su manera de -entre otros- un texto de Alice Munro. Y en tiempo presente, Julieta decidirá abandonar sus pretensiones de alejarse a Portugal y establecerse de nuevo en Madrid, acercándose -como buenamente pueda- al alma de su hija Antía, físicamente distanciada desde hace años. Un encuentro fortuito en plena calle con Bea (Michelle Jenner), la gran amiga de la infancia de su hija, provocará en Julieta escribir en un folio en blanco lo mucho que le escondió en un pasado. Un flashback que arranca en un tren, donde en una gélida noche sin abrigo nuestra Julieta se abrigará para siempre en Xoan (Daniel Grao).
El tiempo, como todo en esta vida y en este plasma, pondrá a Julieta en su sitio, pero es lícito afirmar que aunque no estamos ante la obra maestra esperada de Almodóvar, la cinta reposa en la mente del espectador durante tiempo…mucho tiempo. Cada secuencia es todo un acertijo instalado en los rojos almodovarianos que aquí cuida y mima su director de fotografía, Jean-Claude Larrieu, al compás de otro excelente acompañamiento musical de Alberto Iglesias. Pero son ellas, ELLAS en mayúsculas reiterativas, Adriana Ugarte y sobre todo Emma Suárez que envejece como el mejor de los vinos añejos, las que a través de los poros de su piel y de sus sesos transmiten la culpa de la que se nutre la historia, la redención con la que carga la misma y el dolor en el que se sujeta en todos los planos Julieta. Y, por supuesto, el resto del elenco en el que las protagonistas se enhebran también es capaz de dar energía a esta historia tan seca como deslizante.
Julieta se contempla en voz baja, prácticamente en silencio, con la misma sequedad en la boca que la que transpira en cada plano y también con la lejanía en la butaca que sólo se acerca una vez ingerida la historia en nuestra mente. Por toda esta extraña sensación, Julieta vale la pena. Por escuchar el latido roto y vivo de Emma Suárez, Julieta vale la pena. Es verdad que si hubiera que elegir, elegiríamos antes el desenfreno y redondez de Todo sobre mi madre de ¿Qué he hecho yo para merecer esto? o incluso de Átame o de Volver. Pero es verdad también que este Pedro 3.0 vale, y mucho la pena…
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