Jun 07, 2013 Dani Arrébola Mundo APTC 0
“Me gustaría decir una pequeña cosa, esta película la hice sin making off, sin fotos, en el secreto total, sin entrevistas. Entonces el nacimiento de esta película está aquí, la estoy pariendo. Estoy muy emocionado de la manera en que ustedes han reaccionado porque no tenía ni idea de cómo se podría reaccionar con una película semejante.”
Estas son las primeras palabras de un Alejandro Jodorowsky con unos ojos vidriosos al verse sorprendido por un público en pie, a gritos de “bravo” y una sucesión unánime de aplausos.
Alejandro Jodorowsky se coloca de nuevo, después de 25 años, detrás de una cámara para dar a luz su más ansiada película, la que mostrará sus traumas infantiles, sus sentimientos encerrados, su vida según su mente. Con su misma filosofía de siempre ante el cine, la que expone que el cine no es (o no debe ser) sólo entretenimiento, sino también experiencia. La película basada en su libro y con él mismo nombre “La Danza de la Realidad”.
Una película que se ha tenido que enfrentar a muchos problemas, problemas tan importantes como la financiación de la misma. Jodorowsky se encuentra con que el Estado chileno, concretamente Fondart (Fondos de cultura), le niega los fondos que le había prometido, lo que le lleva a una fatigosa búsqueda de capital con el que poder realizar la película. Es aquí donde se convierte en vital la figura de Xavier Guerrero (productor chileno), el cual le convence del proyecto, de la viabilidad de este y sobretodo de la consecución de los fondos. En este momento es cuando a Alejandro Jodorowsy se le ocurre una idea: tiene cerca de 800.000 seguidores en Twitter, con lo cual si consiguiera 1 dólar de cada uno ya tendría suficiente para dar arranque a su tan estimado proyecto. Jodorowsky se une al “crowdfounding”.
Con esta iniciativa se encuentra con 40.000 dólares, un dinero que como él mismo reconoce, “tener los 40 mil dólares en el bolsillo nos dio la fuerza moral para ir a buscar más dinero”.
Poco tiempo después es cuando todo empieza a sonreír a Jodorowsky; su gran amigo y productor francés Michel Seydoux le proporciona 2 millones de dólares, es decir, el 50% de la financiación de su película; el Estado mexicano 1 millón, y entre él y Xavier Guerrero ponen el millón restante.
Es en este momento cuando ocurre unos de esos actos que han convertido a Alejandro en el espejo de una generación y es que, viendo que dispone de los fondos necesarios para llevar a cabo su proyecto decide devolver los 40.000 dólares procedentes de los “micro-inversores”, incluyéndoles además en los créditos de la película.Y aquí empieza la elaboración de este gran filme. Una película familiar, dónde se puede encontrar a Brontis, su hijo, haciendo del padre de Alejandro, un judío ruso instalado en Tocopilla (minúsculo pueblo de Chile), comunista (con una vida dedicada a la venta de camisas) y caracterizado como su tan estimado Stalin (antisemita confeso). Como se puede comprobar, el director quiere intensificar la imagen de su padre para hacer ver al público la ambigüedad de su ser, un hombre con un inmenso sufrimiento por sentirse sin nacionalidad, por no sentirse aceptado. Todo ello lo paga con su hijo Alejandro quien, tantos años después no guarda ningún tipo de rencor hacia él: “Yo agradezco al cielo que me haya tocado una familia como la que tuve, porque me hizo consciente, y yo le quise dar a mis hijos todo lo que no me dieron a mí. Con todos mis errores. Yo era ombliguista, veía mi ombligo como el centro del mundo y cuando di el paso del Yo al Tú al Nosotros, agradecí lo que me había pasado, porque era un sufrimiento muy grande vivir en el Yo, en el Ego”.
A destacar también la figura de la madre, una mujer con un sueño, ser cantante de ópera, un sueño corrompido por su marido quien se lo despojó a base de palizas e insultos. Por ello Jodorowsky la coloca en escena siempre cantando, sustituyendo el hablar por el cantar, para dejarla expandirse, para permitirle su sueño, aunque ya sea tarde, y aunque sea dentro de una pantalla.
En la película se puede ver a otro hijo de Alejandro, Cristóbal, haciendo el papel de teósofo, también a su hijo Adán, a un político; y a su esposa, Pascale, como diseñadora del vestuario de los personajes.
Un filme que no dejará a nadie indiferente, totalmente “jodorowskyano”, con infinidad de actos psicomágicos, con una retrospección a su infancia, a su niñez, un paso atrás que le ha servido para solucionar sus traumas del pasado, que le ha permitido conseguir el sueño imposible de todo hombre de dialogar con su infancia, con el niño que llevamos dentro y que, a la vez y para sorpresa del director, ha hecho el mismo efecto en los espectadores.
http://libresdelectura.blogspot.com.es/2012/12/la-danza-de-la-realidad.html
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