Sep 16, 2021 Dani Arrébola Críticas, Festivales, San Sebastián 2021 0
Por Dani Arrébola
«Me pidió perdón y fue como revivir de nuevo…»
Por más que lo intento me resulta imposible ponerme en la piel de un familiar víctima del terrorismo. Me ocurrió al ver y leer la excelente Patria de Aramburu, al devorar la retahíla de documentales que se están produciendo sobre la temática y me ha sucedido también con Maixabel, película dirigida por Icíar Bollaín. Imagino que esta imposibilidad de empatía nos debe pasar a la mayoría a los que por fortuna no tenemos familiares o cercanos asesinados por ETA o el resto de terrorismo. Lo cierto es que no se me va de la cabeza una frase que Irene Villa suele pronunciar en sus conferencias: «Perdoné a los que me quitaron mis piernas y automáticamente corté el hilo del odio». ¿La mayoría seríamos capaces de cortar ese hilo?
Maixabel Lasa, viuda del gobernador civil de Gipuzkoa, Juan Mari Jáuregui, desde luego que sí fue capaz de perdonar a los que le arrebataron a su marido de un tiro en la nuca y en pleno desayuno. Blanca Portillo se mete en la atormentada alma de esta mujer casi sin hacer ruido, soportando hacia dentro sus lágrimas y resulta tan contenida como creíble. La concha de plata a la mejor actriz quizá merece ir siendo grabada con su nombre. Y es que el filme de Bollaín se apoya en cada seña y decisión de su actriz protagonista, brillantemente secundada por un arrepentido Luis Tosar como el etarra Ibon Etxezarreta. «Me pidió perdón y fue como revivir de nuevo»… en esa frase dentro de una escena entre Maixabel y su hija, se encuentra el por qué no solo de hacer esta película sino también el por qué de verla.
El diálogo como forma de canalizar el dolor y cualquier angustia clavada en el tiempo, se va tejiendo como única arma liberadora para sus dos grandes protagonistas. La película, siempre bien calibrada y en ningún momento sobrepasada en la intensidad emocional que nos narra, va tejiéndonos poco a poco el resuello de un grito, el de «¡Basta!» Y no es un grito solo de las víctimas sino también de los propios asesinos cuyo arrepentimiento los convierte asimismo en particulares víctimas. No todo espectador sabrá perdonar ni, mucho menos olvidar el hecho de apretar el gatillo y destrozar vidas enteras pero Maixabel es la película indicada para todo aquel que esté dispuesto a encontrar cierta vía de escape en su dolor y remordimiento. Merece atención especial el buen perfil que Bollaín traza en la hiija de Maixabel y Juan Mari, es en la mirada de esa joven y en el sollozo sin consuelo donde todos los espejos rotos del tiempo se reflejan.
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