Jul 17, 2014 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Viajar sin perder el norte
Nos encontramos ante la segunda película de la realizadora catalana Belén Macías tras realizar en 2008 El patio de mi cárcel, la primera que concibió directamente para la ventana exhibidora de la gran pantalla, después de realizar varios cortos y teleseries. Macías -que también escribe parte del guión de esta Marsella– suele tratar en sus obras los dramas más profundos del ser humano, sobre todo desde el punto de vista del género femenino. Esta cinta no es ninguna excepción, sigue las líneas maestras de su filmografía y Macías plasma con la cámara la exploración y el desarrollo sobre un trauma principal de dos mujeres expuestas a un problema trascendental que acaba convirtiéndose en una disyuntiva vital.
La historia nos sitúa en un doble viaje: el físico que se realiza por carretera de Madrid a Marsella y el emocional que viven a lo largo del filme las tres protagonistas y que constituirá el termómetro de conexión con el espectador. La pequeña Claire (Noa Fontanals), es el motivo de unión y desunión entre su madre biológica, Sara (María León), y su madre adoptiva, Virginia (Goya Toledo). Toda la tensión se irá canalizando a través del avance de los kilómetros hacia al norte, concretamente hacia la ciudad francesa que brinda el título al filme, donde la pequeña espera conocer a su padre biológico que, al parecer, trabaja en una fábrica de jabón de lavanda.
María León está excelente en su construcción de madre coraje, con más voluntad que recursos para recuperar a su hija biológica. El espectador irá entendiéndola y perdonando todas y cada una de sus faltas a medida que el cariño en pantalla crece a cada kilómetro transcurrido. Goya Toledo resulta convincente en su aparente papel de antagonista que, poco a poco, va maquillando saliendo bien parada, por el del personaje con formación, ético y recto necesario en la trama. También la pequeña Noa Fontanals, demuestra que, si sus ganas y vena artística le duran, habrá que seguirla con lupa. De los hombres del reparto destaca como siempre el extraordinario Eduard Fernández (para un servidor el mejor actor que nos ha dado nuestro país desde hace años) como un camionero armónico en el caos circunstancial en el que se encuentran las dos madres, que viene acompañado de un jovial, atrevido y acertado Álex Monner.
Estamos pues, ante un nuevo ejemplo autóctono (después de éxitos como el de Vivir es fácil con los ojos cerrados) del ya consolidado género de la road-movie que con tanta delicadeza puso de nuevo en el escaparate mundial David Lynch para dar la bienvenida al siglo con Una Historia verdadera y aquel abuelo entrañable al que todos recordaremos por siempre por haberse cruzado tres estados con la única ayuda de su segadora. Una película correcta a la que Belén Macías sabe sacar punta y que en su suma de piezas de momentos tensos y desgarradores, logra completar todo un puzzle íntegro de emociones y encuentros inesperados.
Marsella es una historia de mujeres, pero ante todo un viaje que sabe abrocharse bien el cinturón. Un buen pulso narrativo que conforma otra muestra más de la buena salud que respira nuestro cine. Un argumento que ha de valer para desenmarañarnos poco a poco de nuestros complejos.
Puntuación Ránking Apetece Cine: 5,4
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