Jul 15, 2014 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Cuando el tamaño del corazón es lo que importa
Marcos Carnevale es de esos cineastas de «pasta argentina», que huyen de cualquier atisbo de escuela cinéfila con tal de derrochar en pantalla todos aquellos signos de la identidad exclusiva inherente en una vena artista. Es por ello que además de coger la cámara utiliza la pluma para escribir sus siempre originales ideas y plasmarlas en pantalla. Y por lo que certifica en su filmografía, Carnevale se atreve con todo: desde auténticas odiseas de dramas que combinan terrorismo y enfermedades como Anita (2009), pasando por las más desternillantes comedias armadas por la sempiterna y abundante verborrea argentina, en los que entrarían en este grupo sus trabajos irregularmente valorados como Elsa & Fred (2005) o Viudas (2011).
En Corazón de León nos presenta una idea directa y nítida de partida: una treinteañera y atractiva abogada (Julieta Díaz) recibe una llamada de un tipo locuaz y con lenguaje hechicero (Guillermo Francella) el cual le informa a esta que posee su teléfono móvil, perdido en un parque. A partir de aquí nacerá la primera chispa de un fuego de química in crescendo y fantasioso…o casi, pues la gran sorpresa le llegará a la protagonista -de nombre Ivana- cuando descubre en la cita que el hombre al otro lado del teléfono -cuyo nombre es León- anda bastante corto de estatura…vamos que es un enano. Y a partir de aquí, Carnevale construye todo un meollo de prejuicios éticos que, junto a las actuaciones sobresalientes de los secundarios (Mauricio Dayub como ex-marido envidioso y socio del bufete de Ivana y Jorgelina Aruzzi como secretaria atormentada) combinan todo un cuadro de lágrimas de ambos bandos… de risas y de lloros, de inercias contextuales pero también de reflexiones capitales.
La película funciona desde el primer plano hasta el último. Es directa y valiente, atrevida en todo su carácter. La pareja protagonista ofrece una de las mejores químicas del año, y casi que podríamos decir de los últimos tiempos en el cine argentino. Guillermo Franchella (caracterizado aquí hasta 40 centímetros más bajo sin que apenas se perciba nada raro en imagen, gracias a esas empresas fantásticas de efectos ópticos especiales) está impecable y todos finalmente desearíamos cambiar centímetros de altura por su sonrisa magnética. Julieta Díaz, se muestra igual de corriente como hiper-seductora. Y por los rostros y movimientos del resto del elenco que se va apuntando al festín en pantalla, seguro que acertamos al decir que tanto equipo artístico como técnico se lo han pasado pipa rodando esta película.
Por ponerle algún pero, la película pierde algo de fuerza y esencia y parece que sus últimos minutos no acaba de disputarlos con la misma soltura y fuerza que en la parte inicial donde todo emerge en su sitio, con frescura y viveza. Seguramente esta avería de fuerza venga motivada por el intento de impostar un dramatismo que al final resulta más como una mancha que como un trazo creíble de un cuadro completo.
Aún así, son de esas estocadas que se perdonan, o te apetecen perdonar, por las dos horas de buen rato que brinda la cinta. Corazón de león es una de las mejores opciones para este verano, además de un refuerzo para un director (Carnevale), el cual se gana el derecho a que sigamos sus obras con esmero y cortesía.
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