Sep 20, 2015 Dani Arrébola Festivales, San Sebastián 2015 0
Por Dani Arrébola:
Puede ser no…¡Es tú Gran Noche Raphael!
Todos lo esperábamos. Estábamos esperando la proyección del último trabajo de Álex De la Iglesia con la misma sensación del que espera tras tantos años sin verla a esa prima del pueblo que tan bien -o tan mal- ha crecido. Pero por supuesto la gracia de tanta espera y expectación no estaba tanto en ver lo nuevo del director bilbaíno -del que ya tan bien conocemos todos la que es capaz de liar en pantalla- sino en el gran protagonista que se iluminaba bajo la capa de su título Mi Gran Noche. La luz de un artista que posee un disco de uranio, la del «niño de Linares», el «Ruiseñor» o, dejémonos de casticidades, la inmensa e imbatible luz de RAPHAEL, en mayúsculas. Quién le iría a decir al célebre Adamo que su colega exprimiría de esta manera su canción, la que le prestó maquillándole algo la letra con tal de que sonara más acorde…pues eso, a Raphael, que es de por sí un universo en sí mismo. Y en el filme Raphael se convierte en Alphonso, conservando su PH como ADN de una personalidad artística genuina, celestial y, por qué no, escandalosa -que será uno de los adjetivos que más cuajen por aquí- pero también conservando su esencia magnánime, su rol de artista alfa, de número 1 indiscutible que tan bien ha sabido captar De la Iglesia.
Rodeado de un elenco estelar, en el que podríamos citar nombres que darían para un par o tres de conciertos Raphaelianos, bueno va, citemos a unos cuantos: Mario Casas, Hugo Silva, Blanca Suárez, Pepón Nieto, Terele Pávez, Carmen Machi, Carlos Areces, Santiago Segura…, De la Iglesia construye un caótico jolgorio de risas que estallan como el gas, ocupando todo el escenario por el que desfilan unos personajes con diálogos tan excéntricos como acertados. Y el cineasta bilbaíno nos brinda ese festín bacanal de sonrisas y carcajadas con la inteligencia de no quemar en absoluto al gran protagonista, que se impone siempre como una figura sombría y fantasmagórica. Ya sea con las notas de Mi Gran Noche o de Escándalo, De la Iglesia ha vuelto a jugar sus cartas como mejor sabe hacerlo, pariendo otra cinta de subtramas ingeniosas y maniáticas que -con auténtica certeza lo puedo pronosticar por aquí- arrasará en nuestras taquillas, igual que ha provocado la carcajada perenne y el aplauso de la prensa entregada en el Teatro Principal.
También en esta jornada hemos podido tastar la sección Perlas, que para muchas voces -entre las que me incluyo- es la mejor sección del Festival. Como ocurre casi todos los años, los títulos que componen este bloque vienen arrastrados desde el Festival de Cannes y es por eso que varios de ellos los pudimos disfrutar, como Son of Saul y Our little sister. Por suerte, en Cannes nos quedaron algunos pendientes. Es el caso de Sicario, el último trabajo del cineasta canadiense Denis Villeneuve y que lo certifica como uno de los mejores -sino el mejor- artesano de la tensión y acción conjunta. En Sicario Benicio del Toro da auténtico miedo y, a pesar de poseer esos ojillos de chinos que siempre parecen cegados por un Sol abrasador, el Alejandro que interpreta es capaz de cegarnos a nosotros que, como críticos o espectadores -lo mismo da- disfrutaremos de una historia que en su leitmotiv bien recordará a más de uno al Hasta que llegó su hora de Leone. Claro está que las cosas aquí se ponen muy feas de entrada, donde una atrevida y bien parecida Emily Blunt se atreve a penetrar en Ciudad Juárez, el lugar más peligroso del globo terráqueo y que se encuentra sumergido en medio del caos desterrado por la guerra de carteles.
En Sicario las dos horas de metraje las pasarás sellado en la butaca, protegiéndote en el interior de un búnker de las balas a discreción que se intercambian «buenos y malos» y contemplando todo ello con la misma sensación que aquel que juega y disfruta con la Play Station. Y es que Denis Villeneuve ha vuelto a inmiscuirnos en una persecución más oscura que el azabache que dejará sin uñas a buena parte de su público. Si Benicio y Emily cuajan bien precisos y creíbles en sus roles, a la misma altura se impone un Josh Brolin que -como buen detective fronterizo- conoce bien qué es eso de «la tierra de lobos» en los límites difusos de la ley en la que se enmarca esta aguerrida y valiente cinta.
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