Mar 16, 2015 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
El coitus interruptus del Sueño Americano
Hasta este momento tan sólo dos películas copaban la obra del joven realizador americano J.C. Chandor, siendo ambas radicalmente distintas en su cuerpo: Margin call (2011) y Cuando todo está perdido (2013). En la primera se presentó en sociedad en una historia en la que el miedo se apoderaba de los llamados «tiburones» bursátiles de todo un banco de inversión, 24 horas antes del estallido de la gran crisis económica mundial iniciada en 2007. Fue Robert Redford, -a través de su inclusión en el cada vez más prestigioso festival de cine independiente Sundance- el principal mentor e impulsor de este filme capaz de emular al primer y mejor Wall Street de Stone; y seguramente por ese buen poso que le dejó este prometedor director, el propio Redford aceptara embarcarse (y nunca mejor dicho) en la odisea marítima y solitaria de un tipo que se pierde con su yate en los confines del Oceáno Índico, en la que fue la segunda película de Chandor, angustiosa y casi muda y portadora de un título tan poco esperanzador como heroico: Cuando todo está perdido (2013). Acumulando metros de cinta pues, Chandor estrena ahora El año más violento, su nuevo golpe, y también radicalmente distinto al par de trabajos realizados hasta ahora, -aunque con ciertas reminiscencias a su primera película- y con cierta envoltura más taquillera, más hollywoodiana…en definitiva: no tan indie.
Con la pluma única del propio J.C. Chandor, la acción se ambienta en el Nueva York de 1981, el que fue el año más violento en la historia de la ciudad según los informes recogidos en criminología. Un inmigrante, Abel Morales, (Oscar Isaac), regenta un negocio de transporte de camiones de petróleo junto a su mujer Anna (Jessica Chastain) y dentro de ese ambiente tan avasallado por la violencia, realizarán todos los movimientos posibles con tal de que su empresa no se vaya a pique.
Sería recomendable tener cerca botellines de agua o refresco a mano durante el transcurso de esta historia colmada de una sequedad tan aprisionadora como hechizera. Chandor ofrece un retrato tan áspero como la pólvora extraída de un brillante disparo de Jessica Chastain -no os preocupéis que no es ningún striptease de spoiler- y a lo largo del transcurso de una trama que no decae en ningún momento, uno siente ese extraño placer con la garganta deshumedecida de asistir a la Nueva York más oscura, a la de las pisotadas por la acera y no a los menguantes taconazos de la Quinta Avenida. Con sus carencias que las tiene (algo más de flexibilidad al texto y alguna que otra gota irónica en los diálogos, hubieran barnizado para bien la trama), pocas veces en la gran pantalla se ha explicado de forma tan franca y directa el frenazo del acto de emprender onerosamente o, lo que es más sencillo y eufemístico de explicar, ese coitus interruptus del Sueño Americano.
Y en este mar de inconvenientes por conseguir créditos, préstamos, intereses y cuentas fantasmales, bucea con estilo, garra y gran credibilidad interpretativa un protagonista de rostro y nombre latino como Oscar Isaac (la red nos cerciora que es guatemalteco), y del que no andaríamos muy desatinados si afirmamos que, a partir de este momento deberían caerle cuán tormentas de nubarrones, varias ofertas para construir personajes trascendentales y fértiles como este Abel Morales. Vamos… que Andy García ya tiene relevo. Y de companion del señor Morales, está lógicamente, la señora Morales, una Jessica Chastain que en esta ocasión sacrifica su natural pelirrojo por una cabellera rubia y que roza la femmefatalidad sin llegar a ser nunca merecedora de tal título en esta cinta, pero que sigue estando igual de eléctrica, fascinante y provocativa que en la casi totalidad de sus trabajos. ¡Qué mujer tan interesante para los guionistas emergentes!
El año más violento es una más que decente película de un cada vez más consolidado director J.C. Chandor,aspirante a subir a los primeros puestos cualitativos de la Champions League de realizadores. Un retrato con estilo y adustez encomiable, de la emergencia en la época Reagan de un estigma que aún pervive entre los americanos. Esta huella cada vez más amasada, no es otra que la del miedo al fracaso cuando salen los demonios y se borran los ángeles de las consecuencias más amenazantes de ese negocio que, no sólo te ha de dar de comer sino ofrecerte una sirvienta para ello. Si estás interesado en arriesgar para emprender y desligarte del yugo de un mercado laboral en el que ya ni siquiera se ofrece retribución (sino comida y techo), de esta película puedes sacar…petróleo.
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