Nov 02, 2016 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Como pájaros añejos Eastwood y Hanks nunca pierden altura en su vuelo
Es absurdo utilizar el habitual párrafo de presentación sobre las caras que -detrás y delante de la cámara- dan forma y latido a esta película cuando estas dos caras se llaman Clint Eastwood y Tom Hanks. Uno es seguramente a sus 86 curtidos años el último gran cineasta clásico y el otro lo ha sido todo en la interpretación a sus 60 precisas primaveras bordadas de excelsos papeles laureados de premios dorados por el camino. Este tándem estrena ahora en nuestro país Sully, cinta que desprende desde la apertura de su frasco un aroma inconfundible a nominadísima en los futuros y cada vez más inminentes Premios Oscar.
La historia real -que se recoge en el libro escrito por los propios protagonistas de la hazaña- nos presenta a Chesley Sullenberger «Sully», piloto comercial con más de cuatro décadas de experiencia en vuelo y que, en las postrimerías de su carrera, se convirtió en todo un héroe. Los dos motores de su Airbus dejaron de funcionar tras un accidental choque con una bandada de pájaros en Enero de 2009, viéndose Sully obligado a amerizar en pleno río Hudson neoyorquino y consiguiendo así lo imposible: salvar la vida de 155 pasajeros. ¿Pudo volver a la pista de aterrizaje de dónde partió en lugar de haber cometido tan temeraria imprudencia? Ahí está la carne en el asador que investiga el Consejo de Seguridad de Transporte y que el «viejo» Eastwood cocina con la inteligencia suprema de una mente casi nonagenaria.
A través de una historia que bien podría contarse en lo que tarde en llegar el bus a la parada, es decir una historia que bien podría quedarse tiritando en pleno Hudson y en los huesos, el maestro logra estirarla como un chicle fresco hasta la hora y media de metraje gracias en parte a una habilidad bárbara en el montaje y, ante todo, al siempre generoso y creíble trabajo de Tom Hanks. El espectador se mantendrá bien enganchado a la heroicidad con el cinturón pegado al cuerpo y apenas importará que en esta ocasión sepamos de antemano que nadie muere y que todos viven. Aquí se roe y saborea hasta el hueso del caldo, presentado en forma de repeticiones y simuladores virtuales que en lugar de alejarnos nos ponen más cerca del corazón de este ya veterano héroe encarnado por Hanks. Eastwood asimismo aprovecha la ocasión y «el pase de la muerte» que le brinda la historia, para realizar su sempiterno homenaje a la Nación Americana, encajando cada pieza del mosaico en su lugar: los oficiales de vuelo, la patrulla de salvamento marítimo, el escuadrón de policía…todos llegan sobrados para salvar las tragedias en esa Nueva York tan solidaria como el Sol a sus plantas.
Sully bien podría haberse convertido en una película prescindible, pero lejos de ello, Eastwood sigue demostrando que no sólo sabe envejecer sino que es capaz de aplicar la sorpresa técnica al espectador en su ya honda inteligencia. Su visionado debería ser contemplativo y reflexivo, suave e igual de humilde que el del preciso protagonista que encarna Tom Hanks. Un visionado, en definitiva, de altos vuelos de unos pájaros añejos que nunca pierden su altura.
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