Dic 06, 2020 Dani Arrébola Críticas 0
Todos hemos sido y seremos Noemí algún día
Un personaje profundo, una interpretación destacable y un tema universal; sin embargo, la palabra que se repite en mi mente al pensar en El arte de volver siempre es la misma: confusión. Pedro Collantes, en su primer largometraje, sumerge al espectador en un ir y venir de sensaciones; ahora deberías estar triste, pero no te acostumbres a esta emoción porque de aquí a un rato vas a pillar un cabreo de cuidado. Hasta que no pasan unos instantes, cuesta acostumbrarse. Yo siempre defiendo, y defenderé, que las películas que se convierten en experiencia, esas que van más allá de la lagrimita que te acaricia la mejilla, valen la pena. Ahora bien, no siempre será una experiencia bonita, puedes querer salir del cine, irte a dormir, gritar, replantearte cosas, etc. Lo mejor de todo, no obstante, es que este impacto no será el mismo para todo el mundo.
Noemí es una actriz española, interpretada por Macarena García, que abandona su ciudad, con todo lo que eso conlleva, para seguir con su vida en Nueva York. Tras seis años decide volver a Madrid, su casa, con la excusa de realizar una audición muy prometedora que puede catapultar su carrera, aunque realmente son otros motivos los que la mueven. Volver, en cierto sentido, puede suponer dar un paso atrás, a nadie le gusta ir hacia atrás. Habías tomado la decisión de cogerte a ti misma, meterte en un avión e ir a buscar algo más, algo diferente, ¿cómo vas a volver ahora con todas esas personas que dejaste atrás? Es muy difícil, de ahí el nombre de la película. Este es un discurso muy potente para la gente joven, la cual se encuentra en un momento de limbo; a lo mejor has apostado por algo que no ha funcionado, no sabes qué hacer con tu vida, echas de menos cosas del pasado, pero ya es tarde, no te encuentras, etc. Viendo el panorama de jóvenes directoras/es y artistas, te das cuenta de que es algo que no sólo te preocupa a ti, es universal.
Confusión, esta era la palabra con la que describía al inicio mi experiencia con el filme de Collantes. El tema es universal, sí, el personaje está bien construido, también, pero hay elementos que hicieron que dejara de vivir la película y pasara a verla. Uno fue ese cambio constante de registro y atmósfera de una escena a la otra, creo que es algo muy potente si se gestiona de manera adecuada, aunque, tal y como afirma Manu Yáñez en la revista Fotogramas, “…la virulencia de los cambios de tono puede desconcentrar a más de un espectador”. Es cierto que hay un punto de calma al que Noemí recorre constantemente, la habitación de residencia donde se encuentra su abuelo enfermo. Es el espacio al que acude en busca de tranquilidad y consejos, es donde realmente se encuentra a gusto, en casa. Esa sensación de tranquilidad y seguridad sí atraviesa la pantalla y logra establecerse entre los asistentes.
Dejando a un lado este aspecto narrativo, que para determinados espectadores puede haber funcionado, lo que realmente me sacó a empujones de la historia fueron algunos diálogos y mensajes. La búsqueda personal es un tema trascendental de por sí, pero en El arte de volver tuve la sensación constante de estar recibiendo lecciones del mismo Confucio. En ocasiones la realidad que me transmitía la acción me la quitaban las palabras. Hay una escena, muy tierna, que ejemplifica a la perfección lo que trato de explicar. Nuestra protagonista, decidida a volver a Nueva York, se enzarza en una conversación con un conductor de Uber rumano muy simpático. Durante esta charla los temas varían desde la importancia de la hidratación hasta la muerte de la “abuela” del conductor, pero la moraleja final que se extrae de todo el diálogo es: “recuerda que eres más fuerte de lo que crees”. Frase, si me lo permitís, propia de cualquier película Disney. De hecho, si no recuerdo mal, Cristopher Robin solía decirle a Winnie-the-Pooh: “eres más valiente de lo que crees, más fuerte de lo que aparentas y más listo de lo que piensas”.
Conseguir esa realidad en los diálogos, esa harmonía que lo aúna todo, es realmente complicado, pero no imposible. Hay una película con la que me ha sido muy difícil no comparar al filme de Collantes, La virgen de agosto de Jonás Trueba. En él todo lo que describía anteriormente desaparece, el largometraje es un todo sólido y efectivo. Es una película que me destrozó, fue como si Trueba me hubiese plantado un espejo ante la cara preguntándome ¿Te gusta lo que ves? Hay películas que nos hablan, debemos aprovechar cuando eso pasa. Para mí, El arte de volver buscaba generar algo parecido. No debemos olvidar que es el primer largometraje del joven director español. Teniendo en cuenta este hecho, creo que podemos calificar su debut como exitoso, aún más, si recordamos que es el primer español en ser seleccionado por la Biennale College de Venecia.
Me gustaría terminar del mismo modo que la película, con la mirada al frente y los ojos inundados. Todos hemos sido o seremos Noemí, tendremos dudas y necesitaremos volver con los nuestros para congelar nuestras vidas y poder seguir adelante. Lo que debemos tener claro, siempre, es que las decisiones que vayamos tomando a lo largo de nuestras vidas deben incumbirnos única y exclusivamente a nosotros. Tu vida es tuya y de quien tú quieras.
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