Abr 08, 2020 Dani Arrébola Clásicos 0
Por Aitor Fernández
Escribir, escribir y escribir. Eso es lo que tienen entre ceja y ceja muchos durante estos días. De hecho no solo eso. Desahogarse escribiendo también es una variante. O incluso evadirse. Siendo absorbido por la pantalla, por ejemplo. Pero, ¿que pasa? Que la pantalla no siempre absorbe y para los que nos gusta ser absorbidos es frustrante. Es frustrante no ser absorbido por una película que te gustaría devorar y que se te hace bola en la boca. Frustra toparse con algo insoluble, intragable o insípido. Por suerte, el otro día me topé con Alejandro G. Iñárritu, quien nunca me ha servido un plato intragable o insípido.
Después de ver “21 gramos” y Birdman me parece un realizador de estos que hay que apuntarlo en una libreta, buscar todos sus títulos y hacer un “bucket list”. Una de las películas que me faltaban por ver y por tanto, figuraban en mi bucket list, era “El Renacido”, una película muy sonada y que siempre había apartado por pereza. Todos la conocemos por ser la película que dio el primer y ansiado Oscar a Leonardo DiCaprio. Merecidísimo, por otra parte. Pero por lo que quizás no la conocemos es por su espectacularidad visual, su vibrante narrativa y sus acaparadoras interpretaciones.
Emmanuel Lubezki se encarga aquí de una parte esencial de la película. El mexicano, uno de los directores de fotografía más laureados de este siglo pinta un lienzo policromático usando una amplísima paleta de colores orgánicos. En muchos momentos de la cinta la pantalla transmite una paz y sintonía con la naturaleza que consigue envolverte. La imagen que crea Lubezki con los rojos del fuego, los blancos del sol y los verdes del bosque alcanza la genialidad y llega a ser una oda a la naturaleza.
Este canto a la madre tierra no se queda sólo en la imagen. El guión de Iñárritu también consigue transmitirnos esa lucha por la preservación del territorio de los nativos americanos. DiCaprio y Hardy forman parte de una empresa de inmigrantes ingleses, los invasores, los cuales se topan con los feroces nativos, valientes y salvajes en el combate pero inferiores técnicamente. A su vez, ambos colectivos comparten territorio con un tercero, los invasores franceses. Recordemos que la acción que se narra sucede en la taiga norteamericana durante el inicio de la ocupación inglesa, donde hoy encontraríamos la frontera entre el Québec y los Estados Unidos. Los paralelismos con Apocalypse Now son fáciles de encontrar: “Unos invasores estadounidenses llegan a un territorio del que extraer recursos naturales en el cual libran una contienda contra un pueblo previamente ocupado por los franceses”.
Quizás es mucho decir que “El Renacido” es el Apocalypse Now de Iñárritu, más que nada porque entonces habría que buscar cuál es “El Padrino” de Iñárritu o el Birdman de Coppola… Y aunque pueda ser muy divertido, que lo es (o al menos para mí), la comparación es inútil. En definitiva, aunque Iñárritu no sea el realizador más económico y abuse a veces del plano secuencia, lo podemos ver aquí y en Birdman; nos sirve un plato excelente, lleno de texturas y sabores, que lejos de ser sólo un disfrute visual también es una delicia narrativa.
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