Jun 26, 2014 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Un sueño sin fuerza y olvidadizo
James Gray es de esos cineastas en la sombra que, poco a poco y sin hacer ruido, nos brinda buenos y considerables trabajos. En sus cintas logra lo que pocos: dotar a sus tramas de un clima propio, sobre todo en el género del cine negro donde más destaca. Nos demostró su valía en La Noche es nuestra -para un servidor su mejor obra- donde Joaquin Phoenix y Mark Walhberg se encarnaban en una pareja de hermanos enzarzados en las nocturnidades de una peligrosa mafia rusa, y de igual manera Gray plasmó su buen gusto en la que era su última cinta hasta el día de hoy, Two Lovers, donde demostró que también se le daba más que bien explicar todo un meollo romántico.
En esta ocasión, con El sueño de Ellis, nos transporta a la Nueva York de los dorados 20, en aquella época de las oportunidades pero también de las falsas esperanzas. Y es que la trama nos presenta a la joven polaca Ewa (Marion Cotillard) que, junto a su hermana Magda, se muestra con el único propósito -tal y como estaban millones de centroeuropeos- de cruzar el charco para así cambiar sus fortunas. La cuestión se irá poniendo cada vez más negra, mientras aparecen los hombres en la historia: un dueño de un prostíbulo de nombre Bruno e interpretado por el actor fetiche de Gray (Joaquin Phoenix) que enseguida enmarañará en su red a la dócil Ewa, y un auténtico ilusionista y primo del anterior de nombre Orlando (Jeremy Renner), que acabará por configurar la tensión implícita en el triángulo de sentimientos.
Con estos ingredientes sobre la mesa, el plato se presenta suculento, mas, la película se va deshinchando o, mejor dicho, nunca llega a hincharse de la profundidad y alma que requería y prometía. Y es entonces cuando advertimos la gran oportunidad perdida de encontrarnos ante una de esas películas «grandes» pues, si bien logra entretener sin siquiera correr el riesgo de traspasar la superficie porosa de su trama y personajes, ¿qué hubiera pasado si Gray aplicase dosis de calado y sentimiento que la cinta exigía a gritos?
Marion Cotillard está -aunque no perfecta como siempre- bien y deleitosa. Resulta una actriz que siempre gusta ver en pantalla, con reminiscencias a la desnudez vocal que presentaban los rostros en el cine mudo y que, a través de simples tics gestuales, nos entretiene. Su companion Phoenix, no acaba de atinar en la exigencia de su rol. Por momentos parece acelerado y demasiado «pasado» sin lograr conectar en ningún momento con un espectador que fácilmente se irá de la sala con un sabor agridulce.
El sueño de Ellis -además de ser un título bastante mal traducido, ¿Por qué no dejarlo como The Immigrant directamente?- es un producto defectuoso, que estaba destinado a definirse como una cinta prioritaria por su corpachón físico, de plantilla artística y técnica, pero que termina cayendo en constantes fueras de juego que, en su consecuencia, desubica a un espectador que olvida la cinta al cruzar dos calles nada más salir de la sala. Pese a que hay gusto por el buen cine en una buena mayoría de su construcción estética de planos, la falta de contundencia y lo limitado del guión me inclinan a no recomendarla a casi nadie. Quiero creer que habrá otras cosas mejores para estimularnos en el abanico semanal de cartelera.
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