Abr 08, 2015 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Homenaje entretenido y amistoso a Maquiavelo
Lamentablemente no podemos destacar a muchas, porque no las hay, pero entre el escaso -aunque cada vez más emergente- número de mujeres cineastas españolas, seguramente sea Gracia Querejeta la que más y mejor haya consolidado una carrera que aporta ya tres décadas de filmes más que interesantes. Desde su estreno en la industria en un lejano año 1992 con Una estación de paso, son varios los dramas que la hija del célebre productor Elías Querejeta nos ha ido regalando sin hacer mucho ruido pero sí dejando buen poso: tanto en Cuando vuelvas a mi lado (1999), como en Héctor (2004) o en su más completa y reciente Siete mesas de billar francés (2007), la realizadora madrileña ha expuesto dramas que abordan problemas sociales y rutinarios con los que todos, de una manera u otra, podemos identificarnos y digerirlos con dosis suficientes de comprensión y empatía. Felices 140 es el último trabajo de Querejeta que llega ahora a nuestras salas y, a pesar de que su título nos proponga una celebración tan jubilosa y optimista, estamos ante un nuevo ejemplo de ese retrato de dilemas tangibles y comunitarios inherente -casi siempre- en la obra de esta artesana directora.
La historia, escrita por la propia Gracia Querejeta con la ayuda de su colaborador Santos Mercero, se sitúa justo en el momento en que Elia (Maribel Verdú) cumple 40 años. Para celebrar este aniversario tan singular, Elia reúne en un lujoso palacete a sus familiares y amigos más cercanos, entre los que se encuentra su hermana Cati (Marian Álvarez) y su ex-novio Mario (Gines García Millán) y donde pasarán un -aparentemente- apacible fin de semana. Tras unas primeras horas de hilaridad y gozo, la apacible calma en la lujosa casa se verá del todo trastocada en el momento en que la cumpleañera y gran protagonista comunique a los suyos una noticia de vital importancia que, con tal de no quitarle gramos de imprevisibilidad al momento, no revelaremos por aquí.
Con un retrato cabal y cuidado en la construcción de cada uno de sus personajes y mediante una suavidad encomiable en su puesta en escena, Querejeta nos plantea una pregunta que resuena y retumba en nuestra mente a lo largo de esta película: ¿Hasta dónde llega el afecto y la ayuda de una amistad -incluída la amistad que se pueda entender por una misma hermana-? Y sin destripar los motivos que estimulan al grupo a atentar contra la entereza afectiva de su anfitriona y capital «amiga», el espectador se podrá preguntar si de verdad él también destriparía en mil pedazos la ética de cualquiera de sus grandes amistades, con tal de ver solventado un gran problema propio -ya sea oneroso, amoroso o metafísico- pero al fin y al cabo, solventar un problemón trascendental aunque esto supusiera resetear tu agenda de contactos de «sábado noche».
Y este homenaje a los principios maquiavélicos -uno es consciente de que el léxico se ha cebado con el pobre Maquiavelo atribuyéndole para la eternidad tan ruin y oscuro adjetivo cuando su Príncipe decía «otra cosa»- que funciona con gran entretenimiento en un ritmo argumental que se mece como un columpio, no podría haber funcionado sin el soporte coral de un buen puñado de grandes actores de nuestro panorama nacional. Capitaneados por la excelsa y siempre seductora Maribel Verdú, el conjunto formado por Ginés García Millán, los seguros de vida llamados Eduard Fernández y Antonio de la Torre, Marián Álvarez, Nora Navas, Álex O’Dogherty y una semi-desconocida pero prometedora Paula Cancio (habrá que seguir desde este momento y con lupa a este hermoso diamante), dota con su trabajo de la franqueza necesaria con tal de que el espectador se sienta a gusto en dichoso meollo -por momentos hitchcockiano- y a su vez, con tal de que ellos mismos se sientan cada vez más cómodos en sus roles o, lo que es lo mismo, se paseen a cada plano en zapatillas, como si por ahí no existiese cámara alguna.
Es obvio que Felices 140 tiene grietas por su bello palacete y no será, ni de buen trozo, la película española del año, pero aún así, con todo, recupera el estado de forma que Gracia Querejeta había perdido en 15 años y un día, y brinda -y aquí es literal- unos planos compartidos de varios de nuestros mejores actores en su pleno brillo y madurez, y eso son dos motivos más que suficientes para comprar su entrada y disfrutarla.
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