Jun 01, 2015 Dani Arrébola Críticas 0
Por Dani Arrébola
Un explícito y digno thriller danés que juega excelentemente sus cartas
No es que haya salido en los últimos tiempos ningún Carl Theodor Dreyer en la industria audiovisual danesa, ni siquiera alguna personalidad que se acerque al genuino arte practicado por el viejo maestro de obras impagables como Ordet (1955) o La pasión de Juana de Arco (1928), pero si sería justo afirmar que el cine danés se mantiene como uno de los más interesantes del panorama mundial. Una buena retahíla de premios, entre los que se incluyen Palmas de Oro y Oscars, acreditan el talento de una nación que cuenta con el intelectual Lars von Trier, el elegante Bille August o el perturbador Nicolas Winding Refn, entre otros tantos, y a los que en un futuro, si mantiene cierta consolidación, podría unirse Mikkel Norgaard, que, tras un paso efímero por la pequeña pantalla, ahora estrena su segundo largometraje: Misericordia (Los casos del departamento Q).
El filme nos llega a nuestras salas como una primera parte de una serie de casos detectivescos extraídos de la novela de Jussi Adler-Olsen, cuya secuela, Profanación, está prevista que se estrene en nuestro país en el verano que estamos cerca de inaugurar. La historia arranca en el momento en que el inspector Carl Morck (Nikolaj Lie Kaas), atraviesa una profunda depresión tras un error que le cuesta la vida a uno de sus compañeros y deja paralítico a otro y gran amigo. Castigado a trabajar en nuevo departamento de casos no resueltos, ubicado en pleno sótano de la comisaría, lejos de rendirse y dejar quemarse en una más que probable pre-jubilación, empieza a recopilar todos aquellos sucesos que no quedaron del todo aclarados y lo hará junto a Hafez al-Assad (Fares Fares), su nuevo compañero de origen sirio. La oportunidad de recuperar su prestigio se le presenta a Carl en el caso de Marete Lyngaard, joven promesa de la política danesa que desapareció cinco años atrás en circunstancias nunca del todo aclaradas…
Podría uno sentarse a ver este filme atiborrado de prejuicios en los que la intriga, la investigación criminal. la tozudez de un inspector empeñado en enfundarse la capa de súper-héroe o el recurrente obstáculo de un comisario cascarrabias van a estar bien presentes en pantalla. No obstante, Misericordia va latiendo como un pequeño milagro a cada minuto de su metraje, logrando que el conjunto de esos ingredientes que todos hemos visto ya emerjan y se fundan con una fuerza inusual de la que será imposible escapar por esos frígidos y apáticos paisajes nórdicos y por esa angustia material. Y el mérito es doble cuando Norgaard rehúye de lo sutil y centra todas sus cartas -excelentemente jugadas- a mostrar explícitamente cuál es el horroroso cautiverio que está padeciendo la víctima a salvar por un inspector protagonista, del que, por cierto, podemos anticiparnos a sus pasos con insólito placer.
A ese rol omnisciente de cada espectador, que en casi todo momento sabe antes que los personajes principales las respuestas a tanto cabo suelto, contribuye el rostro impasible de un actor, Nikolaj Lie Kaas, que a más de uno le recordará a Matt Damon. En sus facciones podemos deducir de inmediato que estamos ante un protagonista que acumula un buen número de putadas en su currículum y que su obcecación por resolver un caso mal resuelto por compañeros ineficaces responde más a la creencia de su trabajo que a cualquier gloria personal. Norgaard evita en todo momento los parones de aliño sentimental -trampa en la que podría haber caído de lleno la historia- en una trama que esconde de maravilla sus limitaciones y que logra punzar en ardores con su propia piel de hielo.
Misericordia (Los casos del departamento Q), emerge como un digno thriller venido desde las bajas temperaturas danesas, con personalidad propia y honesta, conocedor en todo momento de sus defectos pero sobre todo de sus virtudes, exponiendo estas últimas con un dominio expreso en cada plano. No es la investigación criminal del año, ni la película de su género que se te quedará grabada de por vida, pero sí que desde luego es una hora y media de extraña evasión de la que saldrás recompensado si decides gastarte el dinero en la misma.
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